Danny DeVito: «No está bien meterse con cualquiera solo para hacer comedia»
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JUAN G. ANDRÉS
Domingo, 23 de septiembre 2018, 08:44
Ayer recibió el Premio Donostia en el Kursaal y esta tarde a las 17.00 horas presentará ante el público del Velódromo uno de sus últimos trabajos, 'Smallfoot', un largometraje de animación dirigido por Karey Kirkpatrick y Jason Reisig en el que dobla a un yeti llamado Dorgle. Él, Danny De Vito (Nueva Jersey, 1944), no llega al metro y medio de estatura pero destila grandeza artística y humana. Saluda a los periodistas con una amplia sonrisa y destaca el maravilloso día que hace en el exterior del hotel María Cristina. Escucha atento las preguntas, ofrece respuestas largas y generosas, y no duda en salpicar de humor algunas de ellas.
- ¿Qué siente al recibir el Premio Donostia?
-Estoy emocionado, me siento muy honrado de pertenecer al grupo de personas que lo recibieron antes. Que reconozcan tu trabajo es fantástico al margen del momento vital en el que te encuentres. Aunque muchas de mis películas se han visto en este festival, nunca había estado aquí y tenía muchas ganas. He conseguido ver un poco el mar y anoche (el viernes) fui a un restaurante impresionante. Y es que debéis saber una cosa: estoy aquí sólo por la comida. (Risas)
-¿Recuerda el momento en que decidió ser actor?
-Antes trabajé en un montón de cosas. A los 14 años, por ejemplo, ayudaba a los niños a subir en las atracciones del paseo marítimo, y no recuerdo por qué motivo me despidió el dueño. (Risas) Luego descubrí el teatro y vi que se me daba bien. Tendría unos 19 o 20 años cuando me inscribí en la escuela dramática y todos los fines de semana iba al cine a ver todas las películas que se estrenaban. Comprobé que ponerme delante del público para actuar era un reto, pero yo tenía cualidades bastante singulares, mi energía y mi estatura, y las utilicé como parte de mi propia fortaleza.
- En el cine le descubrimos por su inolvidable papel de Martini en 'Alguien voló sobre el nido del cuco' (1975). ¿Siente nostalgia de una época en la que Hollywood estuvo a punto de hacer un cine más adulto?
- Sí. Aquella película fue una experiencia maravillosa pero no tenía distribuidora, nadie la financiaba. Afortunadamente, se terminó haciendo porque hubo personas a las que el proyecto les encantaba. Ese tipo de entusiastas que asumen riesgos aún existen. Hay gente que confía ciegamente en algo simplemente porque piensa que es importante. De vez en cuando, hoy en día también encuentras películas así. Pienso, por ejemplo, en 'Slumdog Millionaire' (2009) o en el cine de Hirokazu Kore-Eda o Juan Antonio Bayona. Hay muchos directores que están intentando hacer películas visualmente preciosas, pero sí es cierto que echo de menos el tipo de películas del antiguo Hollywood.
- ¿Qué recuerda de su labor como productor en 'Pulp Fiction' (1994)?
- 'Reservoir Dogs' (1992) me encantó y le dije a Quentin Tarantino que quería estar en su siguiente película. Me empezó a explicar que iba de historias entremezcladas y le corté: «No, no, no... No me cuentes más, hagas lo que hagas, quiero estar dentro». Escribió el guión y me lo mandó. Era un tocho de 150 páginas en cuya portada escribió: «Pulp Fiction, por Quentin Tarantino. Borrador definitivo». (Risas) Imaginad el ataque de risa que me entró al leer eso, qué locura... Y así lo hicimos. Además, en aquel entonces yo tenía el 'corte final' de la película, algo que no sé si se le permite a mucha gente, y garanticé a Quentin que nadie podría estropear su película. En los primeros pases que hicimos hubo alguna gente que se salió de la sala, pero no la suficiente para sacrificar ciertas cosas. Recuerdo que en la primera proyección del festival de Nueva York un tipo se desmayó cuando el personaje de John Travolta clava la inyección de adrenalina en el pecho de Uma Thurman. Entonces pensé: «¡Lo hemos hecho bien, bien por nosotros!» (Risas)
- En su carrera ha sido nominado al Oscar una sola vez, como productor de 'Erin Brockowich' (2000). ¿Siente que podía haber sido candidato por otros motivos?
- Bueno, es como todo en la vida. A veces consigues un trabajo y a veces no. Es difícil, unas veces gustas más y otras, menos, puedes hacerlo mejor o peor... Lo importante es que te dediques al cien por cien, concentrarte en cada momento, no quedarte estancado en errores que hayas cometido y, sobre todo, tener curiosidad. Eso es importantísimo.
- Usted dirigió películas como 'Tira a mamá del tren' (1987) o 'La guerra de los Rose' (1989) que tal vez hoy serían más difíciles de 'vender'. ¿Qué le parece la ola de corrección política que lo inunda todo hoy en día?
- Yo creo que hoy podría volver a hacer películas como 'La guerra de los Rose' o 'Matilda', con esos padres tan incorrectos... Lo que me parece malo es meterte indiscriminadamente con la gente, y por eso se está intentando concienciar para que las películas no discriminen a nadie por su origen, su género, su raza o por tener algún tipo de discapacidad. No podemos enviar esos mensajes al público ni a los niños, que no deben pensar que está bien meterse con cualquiera sólo para hacer comedia. Eso es lo que se está intentando evitar, pero en lo referido a la sátira o a la creatividad, debemos seguir contando historias que muestren problemas morales como hacían Akira Kurosawa o Arthur Miller sin temor a que alguien se sienta ofendido. El artista debe tener libertad para seguir contando historias sustanciales. Hay maridos que abusan de sus mujeres, ¿no puedes reflejar eso en una película? Claro que sí. Hay depredadores y víctimas, y está bien que se hable de esas cuestiones y que éstas formen parte de nuestro léxico.
- ¿Cree que los artistas de Hollywood, con todo su poder de influencia, deberían ser más activos para cambiar las cosas en tiempos de Donald Trump?
- Sí, estoy completamente de acuerdo. Yo estoy en la lucha contra el gobierno. Al final, Donald Trump es como una entidad corporativa. Hay mucha gente haciendo documentales y películas independientes con mensajes sociales increíbles que tratan de arrojar cierta luz y decirnos que vivimos en un sistema roto y que no se puede sostener más. Estoy seguro de que a esos trabajos no se le da la misma publicidad porque no interesa a las empresas que se dedican a defender el uso de combustibles fósiles, a las farmacéuticas o a los grandes complejos militares. Sería bueno poner la máxima energía en esa lucha y ser muy activos, aunque la influencia de las estrellas de Hollywood no es la que era antes: hoy todo está en manos de las entidades corporativas. De todos modos, creo que no debemos tirar la toalla. A mí mismo me gustaría encontrar proyectos que tengan un significado más profundo y ver más política en el cine.
- Recientemente, Nueva Jersey ha instaurado el Día de Danny DeVito. ¿Cómo fue la idea?
- Soy de Asbury Park, como Bruce Springsteen, formamos una especie de familia. (Risas) Lo de dedicarme un día surgió porque quisieron honrarme de alguna forma y me pareció fantástico. Al principio me ofrecieron poner mi nombre a varias cosas y yo debía elegir una: un banco en el paseo marítimo, un busto en el Teatro Paramount o una playa. Me lo pensé y el banco no me convenció mucho, y lo del busto tampoco: imaginad mi cabeza llena de cagadas de paloma. (Risas) Al final elegí la playa, pero luego me dijeron que no podía ser y se les ocurrió instaurar el Día de Danny DeVito. Me pareció que el 17 de noviembre era una buena fecha: ¡es mi cumpleaños!
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