Altuna III alza los brazos tras recibir la txapela y el trofeo que le acreditan como campeón Manomanista.

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Altuna III alza los brazos tras recibir la txapela y el trofeo que le acreditan como campeón Manomanista. Ignacio Pérez
Campeón del Manomanista

Nadie conoce el techo de Jokin Altuna

El amezketarra borra de la cancha a Laso para conquistar su tercera txapela del Manomanista y la octava en el cómputo de las tres disciplinas

DV

Bilbao

Domingo, 2 de junio 2024

Viéndole sufrir del golpeado hombro izquierdo durante el Campeonato del Cuatro y Medio, perderse varios partidos del Campeonato de Parejas por el mal estado de ... una de sus manos y empezar el Manomanista con una amplia derrota por 22-7 frente a Unai Laso, quien más quien menos tuvo la tentación de dudar sobre Jokin Altuna. La semifinal contra Artola invitó a añadir un apéndice a los diez mandamientos, el undécimo de ellos, el nunca descartes a Altuna III. Y una nueva exhibición en la final, esta vez frente a Laso, no solo ha disipado las dudas. Las ha ahuyentado.

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Título del Cuatro y Medio, subcampeonato del Parejas tras caer 22-20 en la final y txapela en el Manomanista, la tercera de su carrera en la competición reina, la que le coloca a la altura de Miguel Gallastegi y Patxi Eugi, a una de Mariano Juaristi 'Atano III', de Aimar Olaizola y de Rubén Beloki, y a dos de su ídolo, Juan Martínez de Irujo. A los 28 años, con mucha pelota por delante, si bien nunca se sabe lo que deparará el futuro. Hace ya tiempo que Altuna III, referencia indiscutible del actual ciclo de la pelota a mano, compite con las leyendas y es susceptible de esa comparación tan recurrente como baldía de si es mejor o peor que aquellos.

Ajeno a dudas, a debates, a comentarios, a reticencias sobre su rendimiento en las finales, Jokin Altuna continúa adelante fiel a una capacidad de trabajo que le ha llevado a competir físicamente con pelotaris más altos y más fuertes, fiel a un estilo excelso de origen y depurado con el paso de los años, fiel a un gen competitivo que le saca de las dificultades y provoca respeto en los rivales.

Improvisa a la hora del remate, sí, pero trae los partidos estudiados a fondo desde casa. No se le escapa un detalle. Por algo resta a bote los seis saques de Laso. Por algo machaca al restador con disparos cruzados perfectos a la pared izquierda. Por algo juega a los pies en lugar de buscar altura en el frontis como había sido norma hasta hace poco. Por algo intercala derechazos bombeados.

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El manomanista actual, confiado en su juego de aire, adelanta su posición en busca del sotamano o de la volea. Altuna le hace recular con cortadas más propias del cuatro y medio que del mano a mano en toda la cancha, persigue la devolución apurada de zurda de Laso y elige la mejor oportunidad para lanzarse al remate. Así de sencillo, así de letal.

En el mismo frontón, mes y medio después de la derrota 22-7 a manos del propio Laso, el pelotari vapuleado aquel día saltó este domingo a la cancha convencido de sus aptitudes, de su juego, de su físico -poco exigido en esta ocasión-, de su estrategia, de su calidad, de su ADN. Lo único que no le sonrió fue el sorteo del saque inicial, favorable al de Bizkarreta.

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Tacada de 19 tantos

Una parada al txoko de Laso le permitió sumar su primer tanto (1-1) y poner en juego una de sus dos pelotas. Le habían gustado, al contrario que las de Laso, que pasaron la mayor parte de los 46 minutos de juego en el cesto de uno de los jueces.

Tres saques cruzados a la perfección fueron tanto (4-1). El último de ellos, además, originó un mal golpe en la mano izquierda de Laso, cuya confianza comenzaba a resquebrajarse. La racha de Altuna III acababa de comenzar. El de Bizkarreta aguantaba la pelota cuando se la daban a la mano antes del saque. Quería ralentizar el juego. Altuna, por contra, no quería parar. Le molestó que Laso dudara tanto a la hora de pedir su primer descanso tras el 5-1. Parecía que no y fue sí.

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Jokin Altuna mantuvo la cabeza fría y el corazón caliente. Estaba en marcha una tacada que recordó por momentos a la protagonizada por Irujo ante Olaizola II en 2004, en un partido de liguilla. Se adelantó 0-1 el de Goizueta y se fue directo de cero a ventidós el de Ibero. Esta vez fueron diecinueve.

No fue la tarde de Laso, quien incluso en la presentación pirotécnica de los pelotaris sintió que una de las chispas le quemaba el pelo. El fuego real llegó después.

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