
«Mi aita lo sabía. Nos decía: 'ETA vendrá también a por los ertzainas'»
Teresa Díaz Bada ·
La hija de Díaz Arcocha se pregunta si los policías jóvenes «saben que pueden ir a cara descubierta porque hubo 15 agentes que dieron la vida por todos»Secciones
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Teresa Díaz Bada ·
La hija de Díaz Arcocha se pregunta si los policías jóvenes «saben que pueden ir a cara descubierta porque hubo 15 agentes que dieron la vida por todos»Mi aita sabía que cuando cogiera la Ertzaintza se ponía, aún más, en el punto de mira. Nos llegó a decir: 'ETA vendrá también a por los ertzainas». Teresa Díaz Bada rememora ésta y algunas otras reflexiones que les hizo su padre, el superintendente de la Ertzaintza y teniente coronel del Ejército Carlos Díaz Arcocha, días antes de que ETA acabara con su vida, el 7 de marzo de 1985. Aquella mañana se detuvo a tomar un café muy cerca de la Academia de Arkaute, en el bar de la gasolinera de Elorriaga, a las afueras de Vitoria. En apenas diez minutos los terroristas colocaron una bomba en los bajos de su vehículo, un Ford Escort sin distintivos y lo hicieron estallar. El explosivo levantó el coche y dejó a Díaz Arcocha herido de gravedad. Varios ertzainas fueron los primeros en atenderle y lo trasladaron al hospital Santiago Apóstol, donde falleció. Era la primera vez que ETA asesinaba a un ertzaina y lo volvería a repetir en otras catorce ocasiones. Las dos últimas con un doble crimen en Beasain, el 23 de noviembre de 2001.
Las primeras veces que Teresa Díaz Bada escuchó a su padre hablar de la Ertzaintza fue en reuniones familiares en casa de la abuela paterna en Bilbao allá por 1981. «Nos hablaba de que se iba a crear la Policía vasca y se empezaba a ilusionar mucho, sobre todo porque veníamos de una época en la que la Policía tenía mala fama, con Franco, los grises y todo aquello...», repasa mientras le viene a la memoria cómo les enseñaba, a ella y a sus hermanos, las txapelas. «Recuerdo haberlas visto en algún libro sobre el carlismo. Mi bisabuelo paterno, un médico de Zestoa, había tomado parte en una de las guerras carlistas y a mi padre le gustaba hablarnos del tema», cita.
Fueron unos meses de entrevistas y reuniones con otros militares que conformaron con él los primeros puestos de mando de la nueva Policía. Luego llegó el día en que vistió por primera vez el uniforme de la Ertzaintza. «Lo recuerdo de manera muy grata. Mi padre estaba convencido de que iba a ser una policía del pueblo y para el pueblo, una policía querida», rememora. Teresa Díaz Bada confiesa que hoy cuando ve un ertzaina se le remueve el estómago, «pero de pura ilusión». «Veo a los chicos jóvenes en los coches y pienso lo contento que estaría él de verles», evoca.
Díaz Bada asegura que su padre «no ocultaba lo orgulloso que estaba de ser ertzaina». Ese sentimiento lo tuvo desde los primeros momentos pasos de la Policía vasca, incluso cuando aún seguía en el cuartel de Loiola y desde allí se ocupaba de todas las cuestiones burocráticas para la creación del cuerpo. «Allí, incluso, con la naturalidad y cercanía que le caracterizaban, les decía a los soldaditos: '¡Venga, vente conmigo a la Ertzaintza!'. Era muy poco de jerarquías, se iba con ellos a la cantina a tomar café y no desperdiciaba la oportunidad de animarles para que se apuntaran a las plazas de ertzainas», recuerda.
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La hija de Díaz Arcocha recuerda que su padre había sufrido amenazas antes incluso de involucrarse en la creación de la Ertzaintza, pero nunca quiso irse. «Siempre decía que nadie le iba a echar. Cuando le sugerían que cambiara de ciudad, él respondía: 'De aquí no me echa nadie. Yo no voy a ser vasco desde Benidorm'. Es curioso que citara esa ciudad porque nunca habíamos estado allí... Lo cierto es que tenía un amor muy profundo por el País Vasco», rememora.
Díaz Bada fue testigo de las muchas ocasiones que se lo llevaban «corriendo fuera de Donosti, tal y como estuviera, porque tenían información de que algún comando planeaba matarle» o del día que paseaban por Hendaia y se tuvieron que marchar a toda prisa porque «sintió que le seguían». A algunos de los etarras que detuvieron en aquellos años les llegaron a encontrar fotos de Díaz Arcocha paseando al perro por el paseo de los Fueros.
Además de las amenazas, que ya venían de su etapa de militar destinado en San Sebastián, tuvo que soportar «el rechazo de compañeros militares que también le veían como un traidor», expone incrédula cuando realmente la Ertzaintza estaba recogida en el Estatuto de Autonomía. «Con el tiempo se caerían del guindo», afirma. En el Gobierno Vasco también le hicieron algún feo, como no avisarle para alguna reunión. Eran generalmente políticos los que le veían con cierto recelo».
-¿Pero él siempre estuvo convencido del paso que había dado?
-Sí, completamente. Y es un pequeño consuelo ver a los ertzainas pasear por la calle tan jóvenes. Si mi padre les viera... Pienso muchas veces que el hecho de que vayan por la calle sin verduguillo es algo ya normalizado y me pregunto: ¿sabrán que gracias a los quince ertzainas asesinados, ellos pueden ir así? Porque fueron mi padre y todos los demás, Genaro, Totorika, Txema Agirre... los que dieron la vida por toda la Ertzaintza. ¿Recordarán, tendrán en cuenta que por ellos pueden andar libres y sentir que la gente les quiere?
-¿Hablaba en familia de que le podía llegar a pasar algo?
-Con mi madre sí. Durante todos esos años ella tuvo un sufrimiento grandísimo porque pensaba continuamente que en cualquier momento podía pasar algo. Nosotros, con la juventud, éramos menos conscientes. Pese a todo, él estaba tan convencido de lo que hacía... Era fuerte y valiente, y como los demás ertzainas sabía que estaba en el punto de mira. Recuerdo que cuando mataron a Totorika algunos compañeros decían que sabían que les podía tocar en cualquier momento, pero que había que estar. Ese es el sentimiento de ertzaina, de valentía... Creo que ellos son los héroes.
A Carlos Díaz Arcocha le mataron sobre las nueve de la mañana, pero su hija Teresa no supo la noticia hasta la una de la tarde, cuando llegó a comer al domicilio familiar. «Vi a mi hermano Luis sentado en un sillón completamente abatido. Y me lo imaginé... Sonó el teléfono y lo cogí. Al otro lado una voz me dijo: '¿Te has enterado de lo que le ha pasado a tu padre?' Tiempo después supe que la llamada la había hecho José María Calleja. No recuerdo mucho más. Sé que nos llevaron en un coche a Arkaute y que sentía absoluta incredulidad. Recuerdo acercarme al féretro y decir: ¡Aita, aita, venga! Estaba tan normal que no me lo podía creer. Sentía una pena tan profunda... Y con esa pena seguimos. Haces el esfuerzo de seguir viviendo. La vida te empuja y vives. Es lo que él querría».
Carlos Díaz Arcocha
7-03-1985. VITORIA. El superintendente de la Ertzaintza y teniente coronel del Ejército Carlos Díaz Arcocha paró en la gasolinera de Elorriaga para tomar un café. Fueron apenas diez minutos. ETA colocó una bomba lapa en su vehículo. Un sedal conectado a la rueda activó el mecanismo. Unos ertzainas le sacaron del amasijo de hierros, pararon un coche y le llevaron al hospital de Santiago Apóstol, donde murió.
Luis Hortelano García
24-05-1989. Bilbao. ETA hizo explotar un coche bomba cerca de un concesionario en Zorroza para atraer a las Fuerzas de Seguridad del Estado y estacionó cerca un taxi con más explosivos. Artificieros de la Ertzaintza y Policía Nacional inspeccionaron la zona e iniciaron la desactivación. El artefacto mató al ertzaina Luis Hortelano y a los policías nacionales Manuel Jodar y José María Sánchez.
José Luis González Villanueva
10-12-1995. Itsasondo. José Luis González Villanueva patrullaba de forma casual por Itsasondo junto al ertzaina Iñaki Mendiluze cuando observaron un vehículo a una velocidad excesiva. El conductor era el entonces militante de Jarrai Mikel Otegi, que posteriormente fue miembro de ETA. Al llegar a su caserío para comunicarle la infracción de tráfico les disparó con una escopeta de caza.
José María Aguirre Larraona
13-10-1997. Bilbao. Txema Agirre evitó un atentado cinco días antes de la inauguración del Guggenheim a la que iban a acudir los Reyes. Detectó un vehículo sospechoso, comprobó que la matrícula era falsa y, al verse descubierto, el etarra Eneko Gogeaskoetxea le disparó. ETA pretendía colocar frente al museo un falso macetero, en cuyo interior habían alojado una docena de granadas antitanque y antipersona.
Mikel María Uribe Aurkia
14-07-2001. Leaburu. A Mikel Uribe dos terroristas le descerrajaron 28 tiros, nueve de los cuales impactaron sobre su cuerpo y los diecinueve restantes dejaron su huella en el Land Rober en el que se había desplazado para cenar con su cuadrilla en la sociedad Zazpi Bide de Leaburu. El subcomisario se vio totalmente indefenso ante los dos terroristas que le acribillaron cuando se hallaba dentro del vehículo.
Genaro García de Andoain
2-11-1986. Ubidea. El delegado de Asuntos de la Policía de la Consejería de Interior, Genaro García de Andoain, murió en el operativo que liberó al empresario Lucio Aginagalde. Dos etarras que le custodiaban, Juan María Gabirondo y Luis Enrique Gárate, se enfrentaron a tiros con los agentes en la cueva donde le retenían. García de Andoain murió alcanzado por varias balas. El empresario fue liberado ileso.
Alfonso Mentxaka Lejona
29-08-1991. Bilbao. Alfonso Mentxaka era miembro de la Unidad Especial de Intervención. Murió en el hospital de Basurto dos días después de recibir cuatro tiros por la espalda a manos de un etarra que trataba de huir de la Ertzaintza y que acabó muerto en un tiroteo en Bilbao. Mentxaka estaba de vacaciones, iba de paisano, pero un aviso por radio activó su «sentido del deber» y acudió rápidamente.
Iñaki Mendiluze Etxeberri
10-12-1995. Itsasondo. El doble crimen de Iñaki Mendiluze y su compañero José Luis González Villanueva a manos del militante de Jarrai Mikel Otegi, que posteriormente se integró en ETA, fue juzgado con jurado popular en medio de grandes tensiones y presiones. Otegi fue absuelto y huyó a Francia, donde volvió a ser arrestado. Tras la extradición, la Audiencia Nacional le condenó a 34 años de cárcel.
Jorge Díez Elorza
22-02-2000. Vitoria. Jorge Díez Elorza caminaba junto al socialista Fernando Buesa cuando la banda terrorista hizo estallar, a su paso, un coche bomba cargado con 20 kilos de explosivo. «Coque», como le llamaban en casa, era ertzaina del cuerpo de Berrozis y aquel día protegía al dirigente socialista como antes lo había hecho a otros tantos políticos, jueces, y a otras muchas personas.
Ana Isabel Arostegi Legarreta
23-11-2001. Beasain. Ana Arostegi y su compañero Javier Mijangos regulaban el tráfico en Beasain cuando fueron asesinados. Los dos ertzainas de Seguridad Ciudadana acababan de relevar a otros tres compañeros en el cruce de Zaldizurreta, cuando dos etarras, un hombre y una mujer, los asesinaron a tiros, a bocajarro y por la espalda. Arostegi fue rematada en el suelo. Es la única mujer ertzaina asesinada por ETA.
Juan José Pacheco Cano
16-10-1988. Legazpi. ETA acabó con la vida del ertzaina Juan José Pacheco al hacer explosionar una bomba trampa en el túnel de Brinkola colocada para sabotear la línea ferroviaria de Renfe Madrid-Irun. El agente acudía a inspeccionar la vía y a tratar de localizar cuatro artefactos que según los avisos en la DYA y en Renfe, estaban colocados en el interior de dos túneles. Tres ertzainas más resultaron heridos.
Joseba Goikoetxea Asla
22-11-1993. Bilbao. Era uno de los máximos responsables de la Ertzaintza, tenía un papel clave en la lucha antiterrorista y ETA le había señalado. Joseba Goikoetxea se dirigía con su hijo de 16 años para dejarle en el colegio e ir después a la sede del PNV en Bilbao, donde trabajaba. Un terrorista le disparó al parar en un semáforo, en presencia de su hijo. El agente quedó en coma y falleció días después.
Ramón Doral Trabadelo
4-03-1996. Irun. Montxo Doral, exjefe de la lucha antiterrorista, salió de casa a las 9 de la mañana para ir a trabajar a Bilbao. Arrancó su coche, enfiló la calle Cipriano Larrañaga de Irun y mientras avanzaba, un conductor trató de avisarle de que un paquete colgaba de los bajos de su vehículo. El aviso no sirvió de nada. La bomba estalló. Ni siquiera rompió los cristales del vehículo, pero le había herido de muerte.
Iñaki Totorika Vega
9-03-2001. Hernani. ETA acabó con la vida de Iñaki Totorika en la rotonda de Zinkoenea en Hernani. La patrulla acudió por un aviso de quema de contenedores, pero no sabían que los etarras habían dejaron cruzado un coche en la carretera con 14 kilos de explosivo ocultos en una mochila, dentro del maletero, para ocasionar el mayor número de muertes de ertzainas. Un etarra lo hizo estallar desde un portal cercano.
Francisco Javier Mijangos
23-11-2001. Beasain. Javier Mijangos regulaba el tráfico en un cruce a la entrada de Beasain junto a su compañera Ana Arostegi. Dos miembros de ETA los acribillaron a tiros por la espalda. Este atentado contra dos agentes de a pie, elegidos de modo indiscriminado, supuso un salto cualitativo en la espiral criminal contra la Ertzaintza. ETA había asesinado a 13 ertzainas más. Ellos cerraron la macabra lista.
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