Nunca hubo tanta información, ni tanta 'mercancía averiada' en circulación; nunca hubo tanto público potencial, ni tanto recelo entre los receptores de noticias; nunca ejerció mayor dictadura el clicbait, ni hubo mayor necesidad de atender a lo importante, a la vez que a lo interesante; nunca hubo tanto entre lo que elegir, ni más confusión a la hora de hacerlo, ni más inmediatez y 'ruido'.
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En este escenario endiablado y a la vez, tan estimulante, el objetivo de la contrainformación no es tanto que el lector se crea las mentiras como que acabe no creyéndose nada. El único antídoto es el periodismo y su mercancía: la información fiable.
Para que hablaran durante una hora larga sobre éstos y otros temas relacionados con el oficio de periodista, DV ha reunido, con motivo de la inauguración sede, un elenco de lujo: el director de Hora 25, Aimar Bretos (Donostia, 1986); el corresponsal de Vocento en Oriente Medio y zonas de conflicto, Mikel Ayestaran (Beasain, 1975); la presentadora del Teleberri, África Baeta (Barcelona, 1969), y la jefa de Información de este periódico, Arantxa Aldaz (Donostia, 1982), moderados por el director de DV, David Taberna. Entre todos, han tratado de poner luz en el actual escenario periodístico, en un momento en el que una nueva era ha dejado de asomarse para convertirse en una realidad.
La multiplicidad de puntos de vista que han ofrecido Ayestaran, Bretos, Baeta y Aldaz dinamizó una charla de la que han surgido varias piedras angulares del oficio: que hay que contar la verdad, pero entera porque no hay peor manipulación que una verdad fragmentaria; que la información local aún es una necesidad vertebradora de las sociedades y que el periodismo es, a pesar de los pesares, un oficio que aún vale la pena.
A invitación de David Taberna, Ayestaran ha sido el encargado de abrir las intervenciones. Recién llegado de Jerusalén con varias maletas de equipaje en las que, entre otras cosas, llevaba 64 kilos en libros que causaron el estupor de los agentes de aduanas, el periodista beasaindarra sintetiza el secreto de su éxito: la credibilidad, «algo que cuesta muchos años conseguir y que se pierde en un instante». Un factor que le ha permitido acuñar su propia marca profesional y trabajar para medios de comunicación ideológicamente dispares. «Empezaba el día entrando en el programa de Carlos Herrera y lo terminaba en el del Gran Wyoming».
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Mikel Ayestaran, que ha rememorado su llegada a la redacción de El Diario Vasco hace veintidós años, prácticamente a la vez que el actual director, ha relatado sus experiencias durante la guerra de Ucrania. «Se ha informado, eso lo tengo claro para que luego nadie diga que no lo hemos contado: ¿Va a servir nuestro trabajo para cambiar algo? Para nada». Y no obstante, aclara, es necesario hacerlo. «En estos momentos de crisis mediática, al menos los medios siguen invirtiendo en los momentos álgidos para estar en los sitios», indicaba el corresponsal de Vocento afincado en Jerusalén.
Mikel Ayestaran
Ayestaran lamenta el déficit de atención que aqueja a las sociedades modernas y, en este sentido, augura un rápido desinterés por lo que sucede en Ucrania, «que pronto acabará en la sección de Breves, como ha pasado con Afganistán», reconoce, a la vez que se muestra firme en la obligación de estar para contarlo. Por ahora, Ucrania aún interesa y así lo ha constatado Taberna con los datos de entradas en la web en la mano.
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Como no podía ser de otra forma, África Baeta se ha mostrado abiertamente hostil contra un mundo inundado de 'fakenews', un término que incluso apuesta por desterrar del lenguaje profesional y dejarlo para el ámbito de las redes sociales, del que ella misma se salió ante la virulencia de los ataques que recibía. «Ahora mismo tenemos que ser más conscientes que nunca de nuestra responsabilidad a la hora de diferenciar entre impactar e informar». Y en este punto, apeló a la prudencia que Mikel Ayestaran esgrimió desde el lugar de los hechos a la hora de valorar algunos de los múltiples vídeos que han circulado sobre la guerra de Ucrania y cuya veracidad se negó a avalar. «Siempre ha existido la desinformación -admite Baeta-, pero la inmediatez no debe alejarnos de nuestro compromiso con la verdad». La presentadora del Teleberri insiste una y otra vez en el compromiso de los periodistas con la verdad, defiende el ejercicio de la profesión desde la independencia e insiste una y otra vez en la necesidad de no olvidar «por qué quise ser periodista».
A la afirmación de David Taberna en el sentido de que «nuestra baza son las historias», la presentadora del Teleberri suscribe la idea y no oculta su perplejidad ante fenómenos como el del Washington Post haciendo recuento de mentiras durante la Administración Trump. «Al final la gente entraba en la web para enterarse de las 'fakenews'».
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En este sentido, muestra un cierto desencanto ante la constatación de que «hay gente que prefiere una mentira acorde con lo que piensa que una verdad que no comparte. Igual que un profesor no puede competir con Google, el periodismo no puede luchar contra las redes sociales», lo cual le lleva a concluir que «estamos en un momento clave para mantener el valor de esta profesión».
Aimar Bretos
En un mundo en el que la mentira pura y dura rara vez se suministra en sus formatos más obscenos, Aimar Bretos ha puesto el dedo en la llaga: «La verdad que contamos ha de ser completa porque no hay mayor manipulación que las verdades parciales». El conductor de Hora 25, una referencia en el panorama informativo, señalaba «las tres grandes funciones» que afronta el periodismo en la actualidad: «La primera es cribar y podar para ahorrarle al lector, al oyente y al espectador las informaciones intrascendentes. La segunda es explicárselo bien y para eso es necesario que nos informemos bien nosotros mismos. Y la tercera es romper las cajas de resonancia». Y en este punto explicó la desolación anímica que le produce recibir mensajes del tipo de «¿por qué habéis invitado a ese facha? ¿o qué hacía hablando ahí ese rojo? He dejado de escuchar la radio en cuanto he oído que estaba».
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Bretos asume la existencia del «ruido informativo, pero ese ruido es algo que también hay que contar y explicar que si existe es porque alguien espera pescar algo ahí». Advierte del peligro de caer en las burbujas mentales que «nos llevan a no escuchar opiniones de las que discrepamos» y apuesta con vehemencia por el formato de la tertulia. «El público nos elige por la credibilidad de muchos periodistas, pero también por nuestra capacidad de sentar en la misma mesa a gente con opiniones antagónicas. Del cruce de esas opiniones diferentes -añadió-, a veces surge una tercera idea, nueva».
El periodista invita a la profesión a ir más allá de la medición inmediata de audiencias y aquí menciona la muy comentada noticia difundida por la directora de El País, Pepa Bueno, en el sentido de que las informaciones sobre el sistema de espionaje Pegasus no figuraron al terminar la semana ni entre las 46 más leídas. «No hay que dejarse llevar, es preciso practicar un activismo de escaleta y mantener los asuntos importantes bien arriba aunque pinchen en cuanto al interés del lector».
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África Baeta
Llegado este punto, Ayestaran introduce unas pinceladas de humor al asegurar que al leer las informaciones sobre el espionaje a políticos, «me sorprendió que os sorprendiera». El corresponsal de Vocento en Jerusalén explica que acostumbrado al avispero de Oriente Medio, la noticia apenas se lo pareció. «A Macron le espiaron y habló con Bennett y con la empresa de Pegasus. Aquí nadie ha hablado con nadie», comenta, antes de explicar que con estos sistemas de escucha «el primero en ser espiado es quien contrata el servicio».
Con el turno de Arantxa Aldaz han llegado las peculiaridades del periodismo local, con «su cercanía con el lector y con las instituciones sobre las que informas, que claro que pesa», reconocía. Un peso que se traduce en «un ejercicio de responsabilidad, no de autocensura». Aldaz ha destacado el sentido de la «responsabilidad» como el factor que ha marcado toda su trayectoria periodística, desde el primer día en ejercicio, y apuesta por «acercarnos lo más posible al lector. Lo peor que nos puede pasar es que no suene el teléfono», asegura y ahí se remite a la habitual anécdota de llamada de una cuadrilla de lectores a horas intempestivas para confirmar una información sobre la que están discutiendo.
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Arantxa Aldaz
Defiende el interés de las informaciones más globales, pero recalca el interés indubitable que asuntos próximos, «como el paso de inmigrantes por Irun o la dificultad que algunos colectivos encuentran para alquilar una vivienda» despiertan entre los lectores. Frente al riesgo de caer en el clicbait, defendió el seguimiento de las audiencias de las noticias de la web como un instrumento válido para detectar el interés del público por informaciones que vuelan bajo el radar del periodista.
Por el contrario, alerta de los riesgos de que «costumbres informativas que llegaron con la pandemia hayan venido para quedarse», en alusión a las ruedas de prensa telemáticas y otros hábitos comunicativos de nuevo cuño.
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Sobre el periodismo local también ha hablado Ayestaran, quien asegura que eso es lo que ha hecho durante su cobertura en la guerra de Ucrania. «Siempre habrá un experto que hable en plató sobre geopolítica, por cierto, me ha sorprendido la gran presencia de militares en los programas españoles, pero nosotros hemos contado la vida de la gente. En Kiev veías cómo la vida de personas como nosotros cambió de un día para otro y pasaron a estar en el frente de guerra». Y ya de paso, desmonta algunos tópicos sobre el corresponsal de guerra como una especie de informador que pasa los días en el bar del hotel: «No puedes, tienes que ir a los sitios, entre otras cosas, porque vas en grupo, con algunos periodistas gráficos que tienen que fotografiar los escenarios bélicos».
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Mitxel Ezquiaga
Mitxel Ezquiaga
Ya en un plano más personal, África Baeta ha recordado que en esta profesión «recibes muchas bofetadas y también muchas alegrías. Me fui de Twitter por los ataques que recibía. Es un trabajo personal, pero trato de no olvidar la razón por la que estudié periodismo, que es dar voz a los 'sinvoz' y escuchar. El día que no me emocione con lo que hago, apaga y vámonos. Es una forma de vida», concluye.
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Aldaz ha indicado que el cargo de responsable de Información «lo llevo con normalidad porque siempre me he tomado esta vocación con mucha responsabilidad», pero sí reconocía que «a medida que sumas peso a la mochila cuesta más sobrellevarla».
Finalmente, preguntado por la posibilidad de que en el futuro su destino profesional vuelva a ser su San Sebastián natal, Aimar Bretos lo deja en el aire: «No descartemos nada».
Metido en tareas de moderador de la mesa redonda, el director de El Diario Vasco, David Taberna, también ha tenido ocasión de deslizar algunas reflexiones de cosecha propia en torno al periodismo y la información. Así, reconoce que «puede existir entre algunos lectores una tentación de blindarse frente a tanta amargura después de dos años en los que hemos pasado por una pandemia y ha estallado una guerra en Europa, pero las historias bien contadas aún funcionan muy bien». En este sentido, ha transmitido a Mikel Ayestaran el interés que sus crónicas desde el conflicto ucraniano han despertado entre los lectores del periódico, tanto en su forma de papel como en su edición digital.
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