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Miércoles, 22 de abril 2020
El paraguayo, o también denominado paraguaya, es una fruta que proviene de una mutación natural del melocotón y a la que se considera prima-hermana de la nectarina. Sin embargo, la gran peculiaridad de la paraguaya radica en su fisionomía, ya que parece un melocotón aplastado.
El paraguayo es originario de china, donde se llama 'ping-tzu-tao', que significa 'melocotón de plato'. Se trata de un producto climatérico, es decir, que madura después de la cosecha, y en España se cultiva en zonas templadas como Murcia, Aragón o Lleida, y en suelos que deben cumplir ciertas ciertas exigencias: terrenos con mucha sal, libres de caliza y mucha agua.
El resto de las características de esta fruta son muy similares a las del melocotón: piel lisa y aterciopelada con una amplia gama de colores rojizos y verdosos. En su interior se encuentra una pulpa carnosa, dulce, refrescante y jugosa de color normalmente blanquecino, y un pequeño hueso.
También las características nutritivas son muy similares a la del melocotón. El paraguayo está compuesta en gran parte de agua y antioxidantes, lo que le otorgan propiedades importantes:
Los antioxidantes le ayudan a colaborar en el refuerzo del sistema inmunológico, lo que lo convierte en un fruto con un efecto anticancerígeno.
Mientras tanto, su alto contenido en agua fomenta la hidratación de nuestro organismo y contribuye al correcto funcionamiento del sistema intestinal.
Un producto, por lo tanto, bajo en calorías pero muy rico en carotenos: sustancia recomendada para los problemas de estómago.
Por otro lado, los compuestos fenólicos presentes en la piel y la pulpa del paraguayo provocan la regulación y disminución de los niveles de colesterol.
La paraguaya, comercializada entre los meses de julio y septiembre, es un producto que no cuenta con especial prestigio debido a que no se conocen grandes platos ni recetas con él.
Por ello, lo habitual es consumir la pieza al natural. Sin embargo, te llevarás alguna buena sorpresa si te animas a incluirlo en la elaboración de diversos postres como tartas, helados, galletas, batidos o zumos.
A la hora de escoger las piezas hay que tener en cuenta el buen aspecto visual de los ejemplares: que carezcan de golpes, arrugas o manchas que indiquen la excesiva madurez. Además, es conveniente seguir la siguiente regla de conservación: si están verdes dejarlos a temperatura ambiente y si están en su punto, a la nevera.
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