«Aquí hay mucho aire libre, pero falta vida en la calle»
La localidad que más crece ·
En Zabaleta Berria, en Lasarte-Oria, cada Navidad dan la bienvenida a los niños que han nacido ese año en el barrio. Su salón social es el parque. Cuando no llueve.
Hace ya unos cuantos años la juventud de Lasarte-Oria ascendía los sábados hasta Zabaleta en dirección a Hernani. Llevaban consigo las provisiones suficientes para hacer del trayecto una experiencia agradable. Aquello era una especie de botellón andante que peregrinaba con devoción a la discoteca Young Play y regresaba más destrozado que vivo, pero contento. En su camino pasaban junto a varias casas individuales, los caseríos Zabaleta y Pepenea, y poco más. El resto era hierba, monte. «Por aquí han pasado todos los de Lasarte, generación tras generación. Esto era territorio comanche», explica Ander.
«Quién me iba a decir que iba a vivir aquí», afirma Irati mientras recuerda junto a su amigo aquellas largas caminatas hacia la discoteca. Ambos son de Lasarte-Oria y viven con sus parejas e hijos en Zabaleta Berri, un barrio que comenzó a construirse hace casi una década y en el que residen unas 2.000 personas. Junto a ellos juegan varios niños. A pocos metros aguarda un parque infantil. A sus espaldas, Basotxo Plaza permanece casi vacía.
El barrio es la punta de lanza del desarrollo demográfico que Lasarte-Oria ha experimentado en los últimos trece años. Desde 2002, cuando la población del municipio tocó fondo con 17.413 habitantes, el aumento de vecinos ha sido una constante hasta llegar a los 18.893 de 2021. El año pasado, la localidad registró un incremento de 299 habitantes y se espera que en un futuro próximo lleguen hasta los 20.000, una cifra que le supondría tener más concejales y aumentar sus competencias municipales.
Esa es al menos la aspiración del alcalde de Lasarte-Oria, Agustín Valdivia, que recuerda el proyecto de construir mil viviendas en la zona de cocheras. «En los próximos años vamos a seguir subiendo de población, habrá después un ligero estancamiento y luego un aumento notable hasta llegar al techo de 20.000 habitantes», asegura.
El ascensor
Los pisos de cocheras su sumarán así a los que se han edificado en Zabaleta Berri y Zatarain. «A diferencia de otros municipios en los que se han frenado desarrollos urbanísticos, aquí ha sido al revés», afirma el alcalde. «Son barrios en zonas altas con vistas maravillosas y con salida directa a la variante. Para la gente nueva es una zona atractiva por lo cerca que está de San Sebastián», dice. La única pega, reconoce Valdivia, es «la altura». Pero enseguida añade que «se van a instalar ascensores urbanos para mejorar la comunicación con el centro» del municipio.
Es lo que pide, entre otras cosas, Arantza Murgiondo, una donostiarra que entró a vivir hace cuatro años en una VPO de Zabaleta Berri. «Necesitamos un ascensor», asegura mientras sostiene entre los brazos a su hija Izaro, de 19 meses de edad. «Aquí hay mucha tranquilidad y aire libre, pero falta vida en la calle. Es un barrio dormitorio en el que faltan servicios. No hay cafeterías, solo una pequeña panadería con cuatro cosas», se queja. Es la otra cara de la tranquilidad.
En Basotxo Plaza, Oiane y Ares aguardan sentados a sus parejas. Residen en el barrio desde hace ocho y seis años, respectivamente. Por lo que cuentan, vivir en Zabaleta Berri puede ser a veces una experiencia inolvidable. «Las vistas son espectaculares y de vez en cuando pasan caballos y ovejas. En cuanto las ven, los niños van corriendo a la acera para verlas pasar».
Esta estampa bucólica también tiene su reverso. «Estamos en plena naturaleza, pero si llueve no tenemos dónde estar y en verano hace un sol terrorífico. Por eso pedimos al Ayuntamiento un parque cerrado», reclama Oiane que, por pedir, también pide un ascensor, un bar y algún comercio. «Aquí la vida social se hace en el parque», dice Ares.
Un alto porcentaje de vecinos son de San Sebastián. Muchos de ellos son casi invisibles. Salen del trabajo, aparcan y entran en casa. Apenas se les ve por el barrio, aunque llega un momento en el que todo cambia para ellos. «Cuando tienen hijos empiezan a relacionarse con los demás», afirma Irati, la mujer que nunca imaginó que iba a vivir allí.
«Todas las navidades hacemos una bienvenida a los niños que han nacido ese año en el barrio». Irati forma parte de Auzo Elkartea, que intenta «que la gente se involucre en el barrio». Son conscientes de que residen en «una ciudad dormitorio» cuya reciente creación le da a las calles un aspecto de no estar acabadas.
A Irati y Ander se les suman Leire, Albiñe y Gurutz. Pronto quedan rodeados de hijos. «Hay un montón de niños de edades pequeñas», afirma Leire. «Somos una piña», dice Irati, que en los días veraniegos de calor ha llegado a llevar una nevera con agua fría al parque. En ese lugar, el salón del barrio, donde se reúnen los grupos que el tiempo ha ido formando, celebran las fiestas de cumpleaños. Eso sí, «cumpliendo la normativa», bromea Gurutz. Y siempre y cuando no llueva, porque entonces tienen que guarecerse en el frontón «y los que están jugando se quejan».
Irati señala un árbol más allá de los columpios. Dice que le han dicho que es el único que queda de los que poblaban la zona antes de que se levantara el barrio, cuando los jóvenes de Lasarte-Oria se adentraban en territorio comanche para saborear las mieles del Young Play. Quizá no sea cierto y el árbol sea también un recién llegado, pero es bonito pensar lo contrario. Puede que dentro de unos años, cuando la ciudad ya tenga 20.000 habitantes, alguien se proteja bajo su sombra y piense: 'tú lo viste todo'.
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