Miguel Antonio Oquendo Molina y Teresa de San Millán Oquendo
Historias de Gipuzkoa

Los Oquendo (y IV): el bastardo, cinco monjas y un marquesado

Un desastre naval y la vocación religiosa de las hermanas Oquendo San Millán llevaron a la fundación de las brígidas de Lasarte

Domingo, 31 de marzo 2024, 07:31

En la anterior entrega supimos que Antonio de Oquendo y su esposa María de Lazcano perdieron tempranamente a sus dos únicos descendientes. La dinastía hubiera acabado ahí de no ser por el hijo nacido de la relación extramatrimonial del almirante con una joven de hidalga ... familia andaluza llamada Ana Molina Estrada. El niño fue bautizado en Madrid en 1627 con los nombres de sus ilustres abuelo y padre, Miguel Antonio, y criado en Gipuzkoa por las familias Oquendo y Lazcano, mientras su madre ingresaba en un convento para penar su 'desliz' de por vida, como se tenía por costumbre en la época.

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También era propio de la época marginar a los bastardos de la línea sucesoria. Por este motivo, tras la muerte de Antonio la herencia de los Oquendo recayó en Juana, hermana del almirante, casada con Emilián Ruiz de San Millán, descendiente de un viejo linaje banderizo guipuzcoano. Pero por caprichos del amor y del destino, el joven Miguel Antonio acabó casando con la hija de estos, y por tanto prima suya, Teresa San Millán Oquendo, en cuyas manos se reunían los mayorazgos de Oquendo, Lasarte, La Torre y San Millán, bienes que le correspondieron tras el fallecimiento de sus ascendientes paternos y en ausencia de descendientes legítimos de su tío y difunto suegro el almirante Oquendo. De tal manera que, como suele decirse, todo quedaba en casa.

Los Oquendo-San Millán poseían una de las mayores fortunas de la Gipuzkoa de su tiempo. De las veintidós casas que formaban Lasarte en el siglo XVII, entonces jurisdicción de Hernani, quince les pertenecían. El dominio señorial en torno a la casa torre incluía ferrería para labrar hierro y molino, tierras y cuadras. Eran dueños del palacio de San Millán en Zizurkil y de casi un centenar de propiedades repartidas por toda la provincia en forma de casas, caseríos, molinos y ferrerías con sus correspondientes rentas, junto con patronatos eclesiásticos en iglesias y ermitas. Y esto sin contar con sus caudales en metálico, numerosas joyas, muebles y una espléndida biblioteca.

Naufragio y promesa

Afortunado en su matrimonio, Miguel Antonio Oquendo Molina también cosechó privilegios y honores en razón de su apellido. De ello da prueba el que con solo 17 años le fuese concedido el hábito de caballero de Santiago, la orden más prestigiosa de la monarquía de los Austria, prerrogativa que su abuelo no obtuvo hasta casi los 60 años y su padre a la edad de 37. Ocupó la alcaldía de San Sebastián en 1655, igual que su aitona ochenta años antes.

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Siguiendo los pasos de uno y de otro, hizo carrera en la armada y como ellos alcanzó el generalato de la Escuadra de Cantabria, para la cual hizo construir de su peculio seis galeones y un patache. Ya en 1656 mereció las alabanzas del propio rey Felipe IV. En respuesta a la llamada del monarca pidiendo ayuda para restaurar su poderío naval, por entonces en ruinoso estado, Miguel Antonio sufragó otras dos naves nuevas con destino a la Armada del Mar Océano en la cual servirían como capitanes dos de sus hijos.

En 1663 se unió a la expedición del duque de Albuquerque encargada de proteger la navegación de las flotas de Indias, siempre amenazadas por piratas y corsarios. En la noche del 8 de octubre, capeando con mala mar y fuertes vientos en las proximidades de Rota, Cádiz, el contingente se vio empujado furiosamente contra las rocas costeras. La galera real en la que iba Alburquerque efectuó una maniobra brusca para evitar encallar y en ese movimiento los cuatro navíos de la escuadra vasca que seguían el rumbo de su farol embarrancaron uno detrás de otro haciéndose pedazos. Un desastre absoluto del que salió vivo Miguel Antonio «pero muy maltratado y herido contras las peñas», según la crónica.

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Imagen de Nuestra Señora del Consuelo.

La catástrofe afectó profundamente al marino guipuzcoano quien atribuyó su salvación a la intercesión de la imagen de Nuestra Señora del Consuelo, una pieza de alabastro proveniente del Brasil y con fama de milagrosa que siempre viajaba en la proa de su nao capitana. De ahí surgió la promesa de construir un templo en Lasarte dedicado a esa advocación mariana. Iglesia que más adelante se constituiría en convento de la orden del Salvador y Santa Brígida, las brígidas todavía hoy presentes en la localidad.

El apellido se desvanece

Más allá de los intereses materiales que pudieran subyacer al enlace entre los primos Miguel Antonio Oquendo Molina y Teresa San Millán Oquendo, todo parece indicar que fue un matrimonio de amor y viene avenido del que nacieron once vástagos, cuatro varones y siete mujeres, en el plazo de veinticuatro años (1647-1671). Cinco de ellas profesarían en la orden de las brígidas tanto en el convento de Lasarte, edificado a expensas de sus padres e inaugurado en julio de 1675, como en el del barrio de Santa Cruz de Azkoitia, fundación de la última década del siglo.

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Retirado en Lasarte y rodeado de libros a los que consideraba «compañeros que sin enfadar deleitan y enseñan», Miguel Antonio escribió una biografía de exaltación de la figura de su padre, 'El héroe cántabro. Vida del Señor Don Antonio de Oquendo', obra dedicada 'A la Muy Noble y Muy Leal provincia de Guipúzcoa' en 1666, y diez años después una 'Vida de Santa Brígida, Princesa de Nericia'.

Convento de la orden del Salvador y Santa Brígida en Lasarte-Oria.

En 1681, con solo unos pocos días de diferencia, fallecieron Miguel Antonio y Teresa. Su primogénita María Teresa, abadesa durante quince años del convento de Santa Cruz de Azkoitia y durante seis del de Lasarte, heredó el mayorazgo, decisión contra la que se revolvió su hermana Micaela, lo que estuvo en el origen de un largo y áspero enfrentamiento familiar.

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En homenaje a la memoria del almirante Antonio de Oquendo Zandategui, el rey Carlos II creó en 1689 el marquesado de San Millán. Fue Miguel Carlos Oquendo San Millán, el mayor de los varones, el primero en ostentar tal título nobiliario. Como quiera que ni él ni ninguno de sus tres hermanos tuvieron descendencia, el apellido Oquendo fue quedando relegado en la genealogía familiar y el marquesado pasó a los descendientes de su hermana Micaela Oquendo y su esposo José de Aguirre.

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