Seis modelos, dos maquilladoras, la que fue su mujer más de 20 años y el informático que diseñó las páginas web en las que Kote Cabezudo alojaba sus fotos más explícitas declararon este jueves en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa, en la undécima jornada ... del juicio contra el fotógrafo. No hubo crítica alguna al acusado. Resaltaron su «profesionalidad» y que «nunca» tuvieron constancia de algún comportamiento inadecuado «con nadie». En el caso de sus trabajos con menores de edad, las mujeres que las maquillaron aseguraron que «siempre» posaron con «el consentimiento paterno» y «generalmente» acompañadas de sus madres. La única declarante que era menor cuando inició su relación profesional con Cabezudo, con 16 años, dijo que «jamás de los jamases se atrevió a tocarme un pelo» y sus padres veían sus fotos.
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Aunque se había anunciado el testimonio de personas requeridas por la acusación particular, el tribunal citó a declarantes comunes solicitadas por las distintas partes. Cinco modelos -la sexta era solo testigo de referencia- coincidieron en que en cada trabajo firmaron el correspondiente contrato. Sabían «en todo momento» el tipo de fotografía que iban a realizar aunque en algún caso desconocían que fueran a acabar en una web en la que Cabezudo difundía las imágenes bajo el pago de una suscripción (Fotokoma y Kokoarchives). «No leías la letra pequeña, igual que no lees un contrato de Movistar», dijo una, «pero ese es mi problema». En todo caso, defendieron que la imagen explícita de unos genitales «puede ser pornográfico o una obra de arte» y consideran que sus posados eran «artísticos» y el trato recibido fue «correcto». Ellas se sentían «cómodas», las sesiones discurrían según lo «pactado antes» y, en caso contrario, se habrían ido «pitando» como alguna llegó a hacer con otros fotógrafos.
Las dos maquilladoras, que trabajaron con Cabezudo durante 10 y 20 años, respectivamente, prepararon el rostro de «muchas» jóvenes pero «nunca» escucharon algo negativo respecto al fotógrafo. Recordaron incluso «un reportaje de Playboy» con fotógrafos extranjeros con una menor en el estudio de Kote en presencia de su madre. La chica, sin embargo, pidió quedarse sola ante las cámaras.
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Una maquilladora comentó al tribunal que «no saben la de veces que he repasado si alguna vez he podido notar algo (de incomodidad) en alguna chica. ¡Soy mujer! Ellas iban con ganas y contentas, normalmente con sus madres». Así lo reflejó también la que fue su pareja y esposa de 1982 a 2005. Esta mujer, también fotógrafa, creó junto a su marido el estudio Fotokoma -'koma' era el acrónimo de sus nombres- y presenció varias sesiones de él, quien obtenía «imágenes artísticas» que «siempre incluían el rostro».
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Una modelo admitió que si compartió alguna sesión con otra persona fue «siempre una chica». Otra pidió al acusado que le realizara «unas fotos desnuda» junto a su propio marido. Esta misma, denunció ayer que «dos personas del equipo de las denunciantes» se personaron en su oficina, «delante de mi jefe, sin pedir permiso» con el propósito de que declarara hacia «otro lado». Al no lograrlo, «me dejaron de lado».
Varias testigos aludieron al prestigio del que gozaba Cabezudo y sostuvieron que «muchas chicas harían cualquier cosa por subir de nivel o ganar más dinero». En concreto, una contó que dos chicas cobraron por realizar un posado «lésbico» para el acusado.
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Al final de la vista, que se prolongó durante unas cuatro horas, el magistrado requirió la identificación de una mujer, del entorno de la acusación, que habría estado grabando la sesión con un teléfono móvil. Le instó a borrar las imágenes y le recordó la prohibición de toda difusión.
La testigo de referencia que cerró la sesión mantuvo un tenso rifirrafe con el letrado de la acusación, Mario Díez. Esta mujer fue llamada a declarar porque una compañera de un curso para modelo le dijo, a finales de los 90, cuando tenían «entre 17 y 19 años», que Cabezudo le había hecho fotos desnuda.
Esta mujer dijo que no creía que aquel trabajo «fuera pornográfico» ya que su compañera se lo contó «una noche de fiesta» y en «un tono animoso», «satisfecha del resultado». El abogado objetó que su declaración en la instrucción fue distinta, a lo que ella respondió que en 2018 «no conocía el caso» al llevar 20 años fuera de Gipuzkoa y testificó «con demasiada ligereza», pero ahora no quería «defender a nadie» ni «mentir». Subrayó que «no le gustó nada» el tono de Díez al insistirle en «saber si era pornográfico o no», para lo que antes le había llamado «dos veces» a su móvil personal, y le preguntó por «políticos y gente conocida».
Según ella, las llamadas fueron a colación de un vídeo en el que fue grabada «de manera engañosa» por el periodista que destapó el caso, quien la habría citado para una entrevista de una hora sobre su línea de alta costura, y «al final me hizo dos preguntas, una si conocía a Kote Cabezudo y otra que tenía una hija, a la que le habían hecho no sé qué y estaba sensibilizado con este tema». El abogado pidió la deducción del testimonio.
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