La distancia no apaga la llama

Sus mejores recuerdos están en Laurak Bat. «Lo mamamos desde chiquitos. En Argentina más de un 10% de la población tiene algún origen vasco, por eso decimos que hay más vascos acá que allá en Euskal Herria», bromea, mientras cuenta que viaja «a menudo» a Euskadi para visitar a su familia. Con este historial, para Arantxa Anitua el Aberri Eguna es una de sus fiestas más emblemáticas y la celebra «a tope» porque, como señala, en toda la colectividad vasca hay un gran sentimiento nacional, «somos muy nacionalistas, no somos ni españoles ni franceses, nuestra bandera es la ikurriña y vivimos el día de hoy con una inmensa pasión. Sé que es muy difícil transmitirles a ustedes lo que sentimos desde tan lejos». El Covid hará que de nuevo el Aberri Eguna sea en la intimidad: «Las condiciones sanitarias se han complicado, por lo que cada uno deberá celebrarlo en su casa. Eso sí, colgaremos ikurriñas en los balcones y haremos encuentros virtuales... Algún año espero celebrarlo allá, con ustedes. Ese sería el mejor regalo», concluye.

Celebramos el Aberri Eguna desde 1939, cuando llegó a Venezuela un barco con los primeros exiliados vascos. Después, en 1942, se fundó la primera Eusko Etxea de Caracas», rememora. Pero Pedro Javier Arriaga lamenta que este año la fiesta tenga que celebrarse de nuevo de forma distinta: «En 2020 el Covid no nos permitió reunirnos, ni hubo misa, ni aurresku, ni comida... Pedimos a todo el mundo que se hiciera una foto con la ikurriña para después compartirla en una reunión virtual. Es una fiesta en la que participamos no solo los socios de las Euskal Etxeak, también los no socios, porque es un día de celebración para todos los vascos de Venezuela». En concreto, Arriaga confiesa que «soy vasco y para mí el Aberri Eguna es la fiesta más grande».

Veterinario caraqueño de 53 años, Arriaga dirige un pequeño periódico, 'Jazoera ', que en su edición de este mes publica testimonios sobre los sentimientos que despierta el Aberri Eguna en los vascos venezolanos. Testimonios que también se escucharán en la reunión virtual que mantendrá esta tarde la comunidad vasca de Caracas.

En ese primer barco con destino a Venezuela que recuerda Arriaga, llegaron su padre y sus abuelos, procedentes de Erandio y Gernika, junto a otros 80 vascos más. «Aita conoció aquí a ama, que era de Durango, se casaron y tuvieron ocho hijos, yo soy el menor», relata. Los lazos de la familia con Euskal Herria nunca se perdieron, al contrario, se fortalecieron. Su padre fundó la Eusko Etxea de Caracas y todos los hermanos estudiaron en la ikastola de este centro, «aunque ya no hablamos euskera; mis hermanos mayores lo usaban pero se reían de ellos por ser una lengua diferente...». Eusko Etxea es una segunda casa para Arriaga, también para su mujer, que es italiana, y sus dos hijas, de 10 y 8 años. Y el Aberri Eguna su fiesta más grande.

Sus abuelos llegaron a Uruguay en el año 1928. Habían dejado atrás toda una vida en Las Encartaciones vizcaínas. Y en Montevideo nacieron sus padres, sus tíos, él y sus hermanos. Aunque toda la existencia de Marcelo de la Fuente ha transcurrido en Montevideo, «nunca ha perdido el contacto ni se ha desprendido del cariño que siente hacia su tierra de origen», confiesa. De hecho, en la capital uruguaya ha mantenido vivos esos lazos gracias a la labor de las asociaciones de vascos, como son dos de los grandes centros históricos uruguayos, el Euskal Herria y el Centro Euskaro, de los que él forma parte como socio. «Son mis dos lugares de encuentro con familiares y amistades vascas. Nuestros nexos de unión», afirma.

A sus 56 años, este escribano -«notario para ustedes»-, casado y padre de una niña de nueve años, cuenta que siempre ha celebrado el Aberri Eguna, el mejor día para compartir con todas aquellas personas que sienten su misma inquietud. Por eso hoy es para él una jornada de festejos y de reivindicación: «Es una manera de sentirnos mucho más cerca de Euskadi, de reivindicación de lo vasco, de la nación vasca, de su singularidad y también de sus aspiraciones. Porque la patria es lo que verdaderamente nos une». Recuerda que «en el año 2000 tuve la suerte de pasar por primera y única vez la fiesta allá, y me emocionó. Fue un día muy lindo, con tantísima gente». Hoy, sin embargo, lo celebrará en la intimidad. Quizá dé una vuelta por la emblemática plaza de Gernika, aunque por culpa del coronavirus sabe que allí no habrá dantzaris ni festejos; será una jornada sobre todo virtual. Y asegura que seguirá a través de las redes sociales a Iñigo Urkullu, un lehendakari que, a su juicio, ejerce «un liderazgo muy positivo y racional».