Tras un partido en el que la Real hizo tropecientas ocasiones de gol y su rival solo una, pero que los blanquiazules perdieron 1-0, John Toshack, en su día, explicó así la derrota: «Tú puedes llevar el caballo a beber. Lo puedes acercar hasta el agua, pero si el caballo no quiere beber, no hay nada que hacer. Lo puedes intentar como quieras. Te puedes colgar de su cuello para que acerque la boca al agua, pero es que si el caballo no quiere beber, no va a beber». Pues eso. El caballo de la Real ayer no quiso beber. Y no bebió las aguas de la victoria, sino las amarguras de la derrota. La tuvo Sandro en la primera parte. La tuvo, sobre todo, Zurutuza antes del descanso. La tuvo de nuevo Sandro en la segunda. Y Willian en un buen cabezazo. Y Januzaj en un tiro cruzado. Y Oyarzabal en una medio volea... Pero que no. El caballo no quería beber. Y no hubo forma de materializar en goles la superioridad blanquiazul en el juego. Y para bien o para mal, lo único que queda hoy es el resultado. La Real sigue con 19 puntos, cerca todavía de los puestos de arriba, pero sin dar ese salto de calidad que tanto nos cuesta. Cada vez que lo puede dar, falla. Pero seguro que la mayoría de las veces, el caballo beberá. Porque lo de ayer no fue normal.
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Tuve la ocasión de ver el partido desde lo más alto del Benito Villamarín. Desde allí pude comprobar la buena disposición táctica del once de Garitano tanto a la hora de defender como de atacar en juego posicional. También pude ver los pocos riesgos que tomó el once realista en ataque hasta que se vio por detrás en el marcador. Quizá eso sea lo que menos me gustó, aunque ya me voy acostumbrando. De salida, muchas precauciones, mucho control y poca agresividad en ataque. Pero ni de uno ni de otro. Porque el Betis era muy poca cosa, tanto, que se antojaba imposible que marcara en jugada. Y marcó, pero en un saque de esquina que Héctor nunca debió ceder y que luego fue muy mal defendido para regalar un gol que los locales no merecieron. A partir de ahí las ocasiones fueron realistas. Prácticamente todas, por lo menos hasta que el equipo se descosió en la segunda mitad con los cambios. Porque a medida que iban saliendo del terreno de juego centrocampistas y entrando delanteros la Real se fue quedando sin fútbol de ataque. No criticaré a Garitano, porque su equipo llevó al caballo hasta el agua, y si no bebió no es culpa suya, pero sí tengo que decir que no entendí qué buscaba sacando del campo a un Zurutuza genial, y metiendo a Merino. Y también que me quedé con ganas de ver qué hubiera pasado si los suyos salen de verdad desde el minuto uno a por el partido. Porque este Betis de Quique Setién, discutido por su afición, ayer no estaba para muchos bailes. Y jugar, lo que se dice jugar, nada de nada. Porque como me dijo un aficionado bético, «el portero nos ha evitado una derrota segura, porque vaya ocasiones ha tenido la Real. Si Pau López es nuestro mejor jugador en un partido en casa, tenemos muchos problemas». No sé qué problemas tiene el Betis. Me da igual. Pero sí los que tuvo la Real. Su caballo no tenía sed.
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