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Distancias y mascarillas en el banquillo. ARIZMENDI
Real Sociedad

El mismo fútbol de siempre... en silencio

Frío. Solo los gritos de los jugadores y los cohetes lanzados al cielo rompieron la extraña quietud que rodeó al partido. El público falso ocultó las lonas realistas

Eneko Pérez

San Sebastián

Lunes, 15 de junio 2020, 07:40

Una sensación extraña recorrió el cuerpo de todos los realistas cuando vieron –por la televisión, claro– saltar al césped a los 22 protagonistas del partido de anoche. Era la primera vez que el templo donostiarra acogía un duelo oficial a puerta cerrada, algo inédito ... en sus 27 años de historia. Los futbolistas de ambas escuadras, que llegaron en cuatro autobuses al Reale Arena hacia las 20.30 horas, no perdieron la ocasión de salir con el cafecito a hacer la sesión de reconocimiento del verde. La vieja nueva normalidad.

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Previo al pitido inicial se efectuó un escrupuloso minuto de silencio en memoria de las víctimas de la pandemia. Las cámaras delataron a un Willian José algo emocionado.

Y después, el fútbol, o algo similar. En el aspecto deportivo no hubo apenas diferencias con lo visto antes del parón, con ritmo, intensidad, choques, polémicas arbitrales... sin embargo, el espectador se encontró en la televisión con una presentación del 'show' que no fue del agrado de muchos. El público falso no termina de convencer, y eso que en principio la emisión de Gol iba ser 'al natural'. Por no decir que las lonas que ha puesto el club, obra de Marrazketabar, no lucieron para nada. Fue raro.

Dentro del estadio se oía hasta el zumbido de una mosca, como en un partido de regionales. «Que cierres, que cierres... ¡te he dicho que cierres!», se le oía a Imanol en la primera parte. La voz del de Orio, siempre vehemente en todos sus gestos, fue una de las más escuchadas durante los 90 minutos. Él, con guantes y camisa; su homólogo, Jagoba Arrasate, con las manos al descubierto y con su camiseta talismán.

Por su parte, a los jugadores rojillos se les oyó a las mil maravillas en la polémica acción del penalti de Le Normand, gritando «¡Mano, mano, árbitro, es mano!». Marcó Adrián y un único cohete quebró el silencio de la noche donostiarra. Pum.

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Mucho por asimilar

La preocupación en el banquillo txuri-urdin se tornó en rabia con el empate de Oyarzabal. «¡Vamos, joder, vamos!», se podía oír con perfecta nitidez. En lugar de uno, dos cohetes. Buena señal, marinero.

Y en las trincheras los compañeros de la prensa, con la libertad de movimientos reducida a la mínima expresión. Se tuvieron que marchar a la carrera al terminar el partido por el protocolo de seguridad. Para ellos también fue una jornada extraña.

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Otro de los fenómenos paranormales fue el de las paradas para refrigerarse, en una noche primaveral en la que la temperatura nunca pasó de los 17 grados y en un partido en el que se podían hacer hasta cinco cambios. Tiempo que aprovecha la Liga para poner más publicidad en la tribuna. Y otra vez la lona puesta por el club se queda oculta.

Las normas de los cambios, por cierto, no parecieron quedar muy claras en la plantilla blanquiazul, porque varios suplentes realistas siguieron calentando una vez que Imanol ya había agotado los tres turnos de sustitución con la entrada de Llorente y Aihen. Demasiadas cosas por asimilar, pero la Real sigue en puestos de Champions League.

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Luces y sombras de Le Normand, que ya es un fijo en la zaga

A Robin Le Normand ya se le empieza a exigir como lo que es, un central de Primera División. El de Pabu, recién renovado hasta 2024, volvió a repetir en el once inicial porque es el central más fiable por la izquierda. Pero sufrió de lo lindo, como todos sus compañeros atrás.

Unas polémicas manos suyas, como en el Camp Nou, derivaron en el penalti que sirvió a Osasuna para adelantarse. Pero es de justicia reconocer que antes de esa acción había salvado milagrosamente a su equipo en un inicio de partido con muchos despistes. El galo, todo entrega y corazón, debe seguir progresando.

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