La nueva vieja normalidad

Adrián López. Nunca ha tenido una gran temporada en los ocho equipos por los que ha pasado en la Liga, pero sí tiene un gran olfato de gol. El de Teverga se formó en el Oviedo y llegó a probar fortuna en la liga portuguesa con el Oporto. Dos temporadas y media y una sola diana no dicen mucho de su periplo por la Primeira Liga, pero ayer cuajó uno de sus mejor partidos. Cuatro goles lleva apuntados el asturiano en su cuenta particular ante el conjunto guipuzcoano. Dos con el Dépor, uno con el Atlético y el de ayer en el Reale Arena.

Cosas del destino o no, el fútbol quiso que el primer gol que se marcase ayer en el feudo realista fuese un calco del último tanto encajado por los hombres de Imanol; de penalti. Charles puso algo de suspense al derbi diputado en Ipurua el 10 de marzo con una pena máxima que materializó en el 90. Previamente, Oyarzabal había adelantado, también de penalti, a su equipo en el primer cuarto de hora d partido y Remiro había detenido otro a Orellana. Ayer el de Cascante también adivinó el lado del lanzamiento de Adrián, pero estaba bien tirado.

Existían dudas en cuanto al once de Imanol. Una de ellas residía en la zona de ataque. ¿A quién sacar? ¿La corpulencia y el remate de Willian José o la velocidad y la racha goleadora de Alexander Isak? El oriotarra se decantó por el brasileño y cuando todo parecía apuntar que no estaba siendo la noche del '9' realista, el de Porto Calvo hizo gala de su potencia física con una cabalgada para asistir a las mil maravillas a Oyarzabal. Hasta ese momento, Raúl Navas había podido con él en cada uno de los duelos. En carrera y hacía portería ya es otra historia.

No fue el regreso soñado por Odegaard. Hasta el cuarto árbitro quiso cambiarle en un doble cambio en el que Merino y Monreal fueron los sacrificados. El noruego no tuvo su día y apenas pudo conectar con sus tres compañeros de arriba. Y cuando lo hizo, escogió mal o no estuvo tan preciso a como acostumbra Darko Brasanac, Oier e Iñigo Pérez no le dejaron pensar y la Real lo notó. En Pamplona fue bien diferente, con la gran falta que supuso el 0-2 de una victoria un tanto agónica. Suya fue la última ocasión ayer, pero su disparo en el 94 se marchó alto.