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Cuando la Real salió al Camp Nou, en ese momento, ya se sabía. No se presta atención a los detalles, pero se sabía. Se sabía que ya no habría milagro ese 16 de diciembre, que no ganaría la Real en Barcelona.
Perdió. Por culpa de ... Willian José.
Porque el brasileño marcó un gol innecesario en Nápoles. Se precipitó. Era el minuto 90 y aún quedaba mucho tiempo. Esa impaciencia fue una falta de fe en San Genaro, como si no hubiera confianza en que resolvería el partido de Rijeka. Unos segundos más tarde llegó allí el gol que hacía innecesario el de Willian. No hay peor grosería en un campo italiano que marcar un gol de más.
Y casualmente, la Real iba a jugar en Barcelona el 16 de diciembre, uno de los tres días en que se licúa la sangre de San Genaro. Y la sangre siguió sólida, pese a los esfuerzos de los fieles.
Las señales estaban claras, pero no se presta atención a los detalles e Imanol le saca a Willian. Con la sangre seca en Nápoles y el nuevo arzobispo hecho polvo. San Paolo, San Genaro y San Diego (Maradona), por no mencionar el teatro San Carlo –esa maravilla–. Tanto santo, vas ahí, metes un gol en el último minuto y crees que sale gratis.
Los hechos desde ese día son los siguientes: cero minutos contra el Eibar; marca en Barcelona y la Real pierde; suplente ayer en Levante y marca Isak, que no mete un gol al arcoíris este año.
Todo por aquel gol de más en Nápoles...
isak
willian josé
Por eso o por lo que sea, el caso es que salió el sueco al Ciutat de Valencia, que ya no parece el Ciutat de Valencia. Una alfombra, oiga, qué nostalgia de aquellos tiempos de campo embarrado, de equipo pobre y popular. Allí, los nueves clásicos no se discutían; aquí se puede correr. Es territorio para Isak, que enseguida da la razón a Imanol con una cabalgada por la banda izquierda que acaba con un pase atrás cuando todos sus compañeros de contraataque se desmarcan, mal, para adelante.
En las teles del barrio del Grao, el puerto, el levantinismo, con el sentido de la fatalidad que da la experiencia, se prepara para otra tarde de resistencia. En las teles de Gipuzkoa, miles de ojos buscan al Isak de la temporada pasada, ese futbolista de brutal juego hacia adelante. Se puede correr y el Levante es un equipo moderno, no espera atrás. Isak tiene que aparecer.
Poco después llega hasta la portería del Levante, como tres días antes a la del Barcelona. Un segundo tarde. No baila, no flota, le falta swing. Pero es un cañón para adelante, sus compañeros lo saben, se fían de él y le dejan una falta. Minuto 22. Tira bien, tiene suerte, toca en la barrera y gol. El tercero de la temporada, tras los que marcó al Cádiz y al Huesca. Muy pocos. De los tres, dos son el primero del partido, el de ayer y el del Carranza (0-1). Al Huesca le marcó el cuarto (4-1).
Nada describe mejor a un delantero que su capacidad para meter el primer gol. Quizá solo una cosa, su capacidad para hacerlo valer. Todos los grandes nueves destacan en esa estadística: cuando marcan, su equipo gana o como mínimo puntúa. Kovacevic era un maestro en esa suerte. El sueco no estuvo atento en este aspecto del juego, ya que no defendió su gol en el 1-1. Acudió a una disputa en el centro del campo sin convencimiento, pensando que la jugada no valía la pena. Así era, pero el fútbol es un relato, una historia que va avanzando. No se acaba en cada acción, sigue. La jugada siguió y fue gol del Levante, tras una mala intervención de Remiro. No era culpa de Isak, pero no hizo de nueve en esa jugada. En el viejo fútbol, el primer mandamiento del delantero centro era sujetar al equipo. A los 21 años, internacional, Isak tiene tiempo de sobra para definirse. Su fútbol es de otra clase y exige ligereza, que los pies vuelen. Y ahora no le vuelan.
Una jugada comenzada con unos pasos de ballet de Isak pegado a la banda izquierda del ataque realista acabó en la mejor ocasión del partido para la Real, un remate franco de Merquelanz que se fue por encima del larguero de Aitor Fernández, que pudo y debió ser el 1-2. Isak liberó para Barrenetxea, que profundizó sobre la línea de gol y dio un pase de la muerte que el irundarra no pudo aprovechar.
Merquelanz ocupó el puesto de Silva, por donde ya han pasado en partidos anteriores Januzaj y Guevara. Se fajó y buscó crear peligro, pero a todo el ataque realista le faltó filo, como en las últimas semanas.
Tras un par de acciones con idea pero sin final feliz, a Isak le llegaron refuerzos en el minuto 78. Salió Willian. No hay nada peor para un delantero que marcar y que su equipo pierda. Ni siquiera no marcar en una goleada. El brasileño marcó y la Real perdió en Barcelona; el sueco había marcado y la Real iba a perder también en Valencia.
El problema de la falta de gol sigue. Si Isak lleva tres, otros tantos suma Willian. El de Barcelona y dos al Celta, los dos últimos (1-4). No son números acordes a su categoría. Están nerviosos. Casi se chocan entre sí en una jugada en el 84. El sueco aún tuvo ánimos para lanzar otra falta directa en el 90.
Aplausos frente a los televisores del puerto. San Genaro. Las señales eran claras. Y todo por aquel gol de más en Nápoles...
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