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Mathew Ryan, portero de la Real Sociedad, junto a su madre.
Mathew Ryan y Carol

«Este es mi ritual: llamar a mi madre todos los días de partido»

Verónica Melo y Gaizka Lasa

San Sebastián

Sábado, 30 de abril 2022

Puede que despeje de puños cuestiones relacionadas con lo futbolístico. Lo hacen todos sus colegas. Pero si se trata de su madre, la conversación entra hasta las redes de su corazón. Mathew Ryan, portero de la Real Sociedad, no acierta a resumir su sentimiento hacia mamá. «Simplemente, es mi mundo. Lo es todo. Tuvo que sacrificarse mucho para sacarnos adelante a mí y a mi hermana porque cuando se separó de mi padre teníamos ocho y diez años y se hizo cargo de nosotros. Además de trabajar en una empresa, buscó otro empleo como limpiadora para que nosotros pudiéramos comer todos los días y seguir con nuestras experiencias, en mi caso en el fútbol. No era fácil donde vivíamos, en un barrio humilde fuera de Sidney».

Todavía le invade la sensación de gratitud cuando mira a su madre, aunque Carol irradia ahora la sonrisa de la satisfacción más absoluta. «Me gusta pensar en lo que hago por ella. Si yo no hubiera cumplido mi sueño, ella apenas habría salido de casa, así que ahora intento ser el mejor guía de turismo. Por ejemplo, le he llevado al Kokotxa el día de mi cumpleaños. Venimos de un sitio donde la gente tiene que trabajar duro para tener un plato en la mesa. El mejor premio para mí es poder devolverle todo lo que ha hecho por mí».

No presenta quejas mamá canguro, de visita en Donostia. «He sufrido por él, sobre todo cuando se fue de casa, pero es un chaval con mucha determinación y está alcanzado sus objetivos y le veo contento. Ha conocido mucha gente como futbolista pero sigue teniendo las conexiones de antes y siempre está en contacto conmigo. Cuida de su familia y amigos allá donde esté. Lo que más me gusta es que hablamos libremente y somos conscientes de que nos contamos experiencias que no pensábamos que llegarían a ser posibles».

El suyo es el relato de la victoria en la vida. «La primera vez que se marchó a otro continente es cuando más sufrí. Estaba preocupada porque al principio, cuando llamaba, contaba que le estaba costando adaptarse. ¡Y yo no le podía echar una mano!». Lo corrobora Mathew. «Recuerdo muy bien el momento de llegar a Brujas, sacar todas las maletas del coche en el hotel y decir... ¿Qué hago ahora? Empecé a llorar. No tenía a mi familia ni siquiera cogiendo un coche y escapándome. La historia ha cambiado y, además, viene a verme y me cuida en casa como cuando era pequeño».

Dice Carol que el portero realista «es un buen hijo». Qué va a decir. «De pequeño andaba siempre con sus amigos y no se metía en líos. El fútbol le tenía demasiado ocupado. Ahora mantiene muchas cosas de cuando era crío pero ha madurado mucho. Siempre ha estado muy centrado en aquello que tenía entre manos. Estoy orgullosa de cómo ha conseguido las cosas en la vida»

La mirada retrospectiva lleva a Mathew Ryan a reconocer que «como niño hice mis travesuras, pero cosas como quedarme hasta más tarde de la hora permitida con mis amigos y así. No tuve andanzas con las drogas o problemas con la Policía. Mi madre me inculcó la disciplina. Me enseñó a que si quería algo, tenía que sacrificarme». Con 30 años, no se olvida de su condición de hijo. «Aprovechando la tecnología, es más fácil estar en contacto. Y tengo un ritual: llamarle todos los días de partido antes de concentrarme en el hotel para ver cómo está. Además de eso, mantenemos contacto unas tres veces por semana». Este domingo está en Vallecas con la expedición de la Real Sociedad pero mañana podrá regalar algo a su madre en persona. Cuando están lejos, «hago una transferencia a mi hermana para que le compre algún detalle».

El mejor regalo para ambos es hoy compartirse. «Gracias por estar aquí y feliz día de la ama», le dice el hijo a la madre. Ella le devuelve el semblante de la felicidad y termina: «Soy un seguidor más de la Real».

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