![Lucas Eguibar y Graciela Bretón: «Ella me enseñó snowboard; hoy es cuando entiendo todos sus sacrificios»](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202204/30/media/cortadas/lucas-kRoB--624x385@Diario%20Vasco.jpg)
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Lucas Eguibar era un niño muy movido y muy trasto», dice con una amplia sonrisa Graciela Bretón, madre del rider donostiarra, a la que se le nota el orgullo cuando le mira. «No era bueno en los estudios, nos costó lo nuestro que sacara todo. Le gustaba el deporte y en eso sí que sobresalía desde pequeño», cuenta. «No le venía nunca bien sentarse, él quería moverse, jugar todo el tiempo». Pasados los años y con la gran responsabilidad que tiene como deportista de élite afirma que lo ve «maduro, más serio. La vida te va obligando y enseñando».
Lucas recuerda con cariño los fines de semana que pasaban en la nieve en Candanchú con toda su familia y cómo su ama lo puso sobre una tabla de snowboard. «Ella practicaba y nos enseñó a los tres hermanos», explica. Es consciente de los quebraderos de cabeza que le daba, «sobre todo de adolescente» pero remarca que fue su ama «la que sabía que mi futuro tenía que ser deportivo, no sabía cuál sería mi porvenir pero tenía claro que el deporte era lo mío». En el rostro se le dibuja una sonrisa que no puede disimular cuando piensa en sus años de niño. «Es que de pequeño les daba mucha guerra», admite.
Graciela recuerda «lo especial» que fue la primera participación de Lucas en los Juegos Olímpicos. «Fue un momento muy emotivo por todo lo que suponía, no solo por haber llegado, por todo el esfuerzo que le supuso». Luego fueron llegando otras competiciones. «Cada una tiene su particularidad y en todas sentimos una mezcla de nervios por lo que hará y alegría de ver dónde ha llegado», señala. Entiende que los momentos de concentración hagan que el rider «se olvide» de llamarla por teléfono. «Hablamos casi todos los días, pero en esas jornadas se me puede pasar», confiesa Lucas. «He mejorado mucho en este aspecto, porque cuando tenía 12 o 13 años y estaba viviendo en Candanchú podía pasarme una semana sin coger el teléfono».
Día de la madre
Graciela ve en su hijo mediano su carácter «familiar y alegre». Los tres hermanos y ella forman una piña. «Nos llevamos muy bien, tenemos mucha complicidad, estamos muy unidos, te diría incluso que más que nunca», explica. «Nos gusta estar juntos, sin tener que hacer nada en especial, solo estar, no somos mucho de ir a cenar o pasear. Además solemos cogernos unos días de vacaciones. El año pasado éramos en total 20 personas», añade Lucas.
Con el paso de los años el deportista mira a su madre con otra perspectiva. «Ahora entiendo todos sus sacrificios y esfuerzos para que saliéramos adelante, no solo yo, todos mis hermanos», resalta. «Vivo solo desde hace cuatro años y me suelo preguntar cómo llegaba a todo. Trabajaba muchísimo, nos cuidaba, nos atendía, tenía siempre todo a punto en casa, la comida, que no nos torciéramos... Le daba tiempo a todo». Con los tres hijos «ya encarrilados», Lucas afirma que su ama ahora está «más relajada». «La veo más feliz, pasamos unos años duros y ella pudo con todo y más, estamos en un momento de disfrutar de lo que todos nos hemos ganado a base de tesón y esfuerzo porque nadie nos ha regalado nada, ni a ninguno de los hermanos ni a ella misma».
Lo que peor lleva Lucas es no poder disfrutar de la cocina de su ama como le gustaría. «Todo lo que hace está rico y sabroso. Le gusta mucho ese mundo y hace unos platos riquísimos y una repostería increíble», dice. «Lo malo es que mi dieta tiene que ser limpia, a la plancha, sin complicaciones así que pocas veces puedo aprovecharme de sus paellas o sus postres». Y empieza a enumerar pasteles que «se comen mis hermanos».
Su madre todavía se sorprende «lo bueno que es para unas cosas y lo desastre que puede ser para las demás». Algo que el propio Lucas ratifica. «Lo tengo asumido». El orden sigue siendo el caballo de batalla entre ambos. «Ya vive en su casa y allí él manda. Su habitación siempre está impecable, desde niño la ha mantenido bien ordenada. Pero lo de tener la ropa ordenada y en su sitio, es un capítulo especial». Ella es el apoyo al que acude sin dudar. «Si le consulto me dice lo que piensa, para bien o para mal. Además me ayuda muchísimo en temas que no me gusta hacer».
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