Erik Jaka levita en la final manomanista más silenciosa

Buenos amigos, ambos se abrazaron a la salida del frontón. El campeón iba con la txapela y el subcampeón, con el disgusto. Las lágrimas y los gestos de consuelo se entremezclaron en el aparcamiento. No podía ser de otra manera. Deberán prestarse el hombro una vez más, algo a lo que están acostumbrado por distintas vicisitudes.

Todo fue extraño este domingo en el Bizkaia de Bilbao, prácticamente vacío, sin el bullicio propio de las finales, convertido en una burbuja por culpa de la pandemia que azota a todo el mundo. También a la pelota, por supuesto.

Jaka levitó en la final manomanista más silenciosa de todas. Sin levantar los pies del suelo, pero levitó. La ilusión, las ganas y el convencimiento en sus posibilidades se le presuponían. También había demostrado juego suficiente para doblegar a Urrutikoetxea y minimizar a Elezkano II. Parecía complicado elevar todavía un punto más el nivel de los dos compromisos anteriores. Lo consiguió.

Superó a Altuna III en todas las facetas del juego: de aire, con el saque, en el resto, a bote desplazó mejor con la derecha... Hasta en defensa, algo que hace bien poco se antojaba imposible.

Tranquilizó al de Lizartza la renta de cinco tantos adquirida nada más empezar. Nunca se puso por delante el amezketarra, obligado a nadar contra corriente ante un pelotari que concedió poco. Prácticamente solo la dejada de zurda bajo chapa del 17-12, con la cancha abierta para mandar la pelota a donde quisiera.

Atacó Jaka con agresividad y sin perder la cabeza. Imprimió violencia a sus voleas, principalmente con la derecha. Obligó a menudo a Altuna III a jugar de zurda desde abajo o atropellado, lo que mermó sus opciones de pasar al ataque. Erik, perfecto conocedor de cómo se las gasta su compañero de batallas, corrió rápido a por las dejadas del genio amezketarra hasta el punto de crear desconfianza en su rival en una de las jugadas que mejor ejecuta y gestiona. Incluso obtuvo mayores réditos a la contra que un maestro en la materia.

No eligió bien Altuna III los momentos para jugársela. Se precipitó en más de una ocasión. Y le faltó chispa para hacer daño de verdad con la derecha. Venía de dos partidos exigentes ante Ezkurdia y Darío. Añadidos al condicionante de jugar cada semana y con menos descanso de lo habitual en el Manomanista, quizá hayan hecho mella en su brazo. Quizá afloraran en el momento menos oportuno las cargas de responsabilidad adquiridas durante el último mes con su implicación en la creación de la asociación de pelotaris y en su colaboración para encontrar una salida al conflicto de Baiko. Quizá simplemente no tuviera su día. Posiblemente no lo sepa ni él. Sucedió.

Esperábamos una mejor versión de la zurda de Altuna III después de no brillar con ese brazo ni contra Ezkurdia ni frente a Darío. No apareció, lo que le impidió demostrar mayor convencimiento a la hora de lanzarse a por el gancho o la parada al txoko.

Desenvolverse a remolque siempre es desagradable. Por competitivo que seas, por muchos recursos que tengas, por acostumbrado que estés a lidiar situaciones complicadas. Lo acusó Altuna III. Cuando más cerca estuvo de Jaka fue en el 21-20, ya sin margen de error. No cruzó su último saque, se le marchó al centro, conectó Jaka un sotamano de derecha, tomó el mando del tanto y lo culminó con una parada al txoko de volea con la zurda, uno de esos remates que controla a la perfección.

De todas maneras, a pesar de su claro dominio del partido y de tener prácticamente cerrada la final en el 21-14, Erik Jaka estuvo a punto de meterse en un berenjenal. Mediado el partido notó molestias en el cuádriceps de la pierna izquierda. Sufre una fuerte contractura, aunque doctor Urrutia espera que no haya rotura. Altuna III frenó a su oponente con una dos paredes, recuperó el saque y se encomendó a su lámpara de genio. Había que frotarla con fuerza y confiar también en la fortuna.

Firmó su tacada más larga de la tarde, de seis tantos, apoyada más en los errores al resto de Jaka que en la buena dirección y la velocidad de sus disparos. Le cayeron cuatro tantos de saque seguidos en un abrir y cerrar de ojos. Pero Altuna III se quedó en la antesala de la remontada, mientras Jaka cruzaba la puerta de la gloria.

Es el noveno guipuzcoano que gana la txapela del Manomanista desde que se aparcó la fórmula del desafío para poner en marcha la del campeonato con una participación más abierta. El paso de los días, de las semanas, de los meses y de los años le permitirá entender la verdadera dimensión de lo que ha conseguido. Y de paso, a la espera de conocer si sus molestias en el cuádriceps le permiten tomar parte en el Cuatro y Medio, fortalece Jaka su candidatura para volver a ser delantero titular de Aspe en el próximo Campeonato de Parejas. El campeón manomanista es Erik.

Buenos amigos,

Todo fue extraño este domingo en el Bizkaia de Bilbao, prácticamente vacío, sin el bullicio propio de las finales, convertido en una burbuja por culpa de la pandemia que azota a todo el mundo. También a la pelota, por supuesto.

Tranquilizó al de Lizartza la

No eligió bien

Esperábamos una mejor versión de la zurda de Altuna III después de no brillar con ese brazo ni contra Ezkurdia ni frente a Darío. No apareció, lo que le impidió demostrar mayor convencimiento a la hora de lanzarse a por el gancho o la parada al txoko.

Desenvolverse a remolque siempre es desagradable. Por competitivo que seas, por muchos recursos que tengas, por acostumbrado que estés a lidiar situaciones complicadas. Lo acusó Altuna III.

De todas maneras, a pesar de su claro dominio del partido y de tener prácticamente cerrada la final en el 21-14,

Firmó su tacada más larga de la tarde, de seis tantos, apoyada más en los errores al resto de Jaka que en la buena dirección y la velocidad de sus disparos. Le cayeron cuatro tantos de saque seguidos en un abrir y cerrar de ojos. Pero Altuna III se quedó en la antesala de la remontada, mientras Jaka cruzaba la puerta de la gloria.