Saldremos siendo mejores personas. Una sociedad más solidaria y cohesionada». Dos años después de que la irrupción del coronavirus cambiara nuestras vidas no está claro que se haya cumplido el bienintencionado mantra que acompañó los primeros compases de la pandemia. El tiempo dirá si vamos a ser mejores o peores. Solidarios o egoístas. Sociales o individualistas. Lo que está claro es que seremos diferentes.
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De hecho, lo somos ya. Cuando Euskadi, al igual que el resto del mundo occidental avanzado, vive imbuido (de nuevo) de un ambiente de salida de la pandemia y ha abandonado las restricciones que con altibajos nos han acompañado desde marzo de 2020, toca plantearse cómo va a ser la sociedad que nos dejará el Sars-CoV-2 y cómo seremos cada uno de nosotros. En definitiva, cuáles de los cambios, usos y costumbres, obligaciones y tendencias que ha traído la crisis habrán sido coyunturales y cuáles perdurarán.
Muchas son las dudas y pocas las certezas. La primera incógnita es qué va a pasar con el Covid. ¿Desaparecerá? ¿Se quedará como una gripe estacional? ¿Habrá séptima ola? ¿Surgirán nuevas variantes inmunes a las vacunas y volveremos al comienzo? De ello depende gran parte del futuro.
La Organización Mundial de la Salud vislumbra tres posibles escenarios. Uno de continuidad del actual, en el que se mantiene la transmisión del virus pero sin provocar excesivos casos graves gracias al elevado nivel de vacunación. En el segundo, el más benévolo y el que predice el Gobierno central, el Covid se convierte en enfermedad endémica, como la gripe; el virus sigue presente pero las vacunas se adaptan para hacerle frente. El tercero es el más pesimista. Con un 40% de la población mundial que aún no ha recibido ni una sola dosis de la vacuna, la OMS admite la posibilidad de que surjan variantes que, si resisten el efecto de los antídotos actuales, podrían llevar a una situación comparable a la de 2020.
Futuribles aparte, sí se puede evaluar cómo hemos llegado a este momento. Vivimos en una sociedad más casera que la de 2019, que ha pasado de estar entre 2 y 4 horas diarias en la calle para comprar, relacionarse y divertirse, a menos de dos.
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1- Más caseros El tiempo medio de estancia en la calle para compras, ocio y socialización ha pasado de entre 2 y 4 horas diarias a menos de 2
2- Más conectados El 85% de los vascos son usuarios de internet, a lo que dedican 6 horas diarias
3- Digitalización acelerada La mitad de los vascos mayores de 65 años usa internet
4- Salud mental El consumo de antidepresivos y ansiolíticos está en cifras récord y supone ya el 9% del total de recetas
5- Menos separaciones uskadi registró 1,53 divorcios por cada mil habitantes en 2020, el mínimo desde 2005
Al tiempo, somos individuos más pegados a las pantallas, convertidas en compañeras inseparables para comprar, informarnos, relacionarnos, divertirnos... El 85% de los vascos son usuarios de internet, donde pasan seis horas diarias de media.
Es en este ámbito donde la pandemia ha provocado uno de los saltos más relevantes. Es el caso de la digitalización de los mayores. Personas que hace dos años se manejaban a duras penas con el móvil, han aprendido a fuerza de confinamientos a hacer videollamadas, utilizar servicios de mensajería y usar las redes sociales para conectar con sus familiares. En Euskadi, afirma ser ya usuario de la red casi la mitad (49,3%) de los mayores de 65 años.
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Muchos de ellos se han tenido que modernizar no por gusto, sino a la fuerza. El Covid ha acelerado un proceso al que han contribuido la Administración pública y sectores tan indispensables como la Banca, que han derivado a los sistemas telemáticos gestiones ineludibles como una cita con el médico, una baja laboral o el pago de recibos. A veces pasándose de frenada. Ello ha ocasionado verdaderos trastornos a usuarios no habituados al mundo digital. Estos días vivimos lo que se ha llamado la rebelión de los mayores, que está llevando a los bancos a recular de su olvido de la atención personal, gracias al ya famoso médico jubilado Carlos San Juan y su campaña 'Soy mayor, no idiota'. Paradojas de la modernidad, las redes sociales han viralizado la protesta contra la digitalización desaforada y le han dado eco y poder de persuasión.
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Este y otros cambios producidos de forma abrupta, como el aislamiento forzoso por los confinamientos o el temor a contagiarse, han tenido consecuencias en la salud mental. Ansiedades, depresiones, fobias y otros trastornos se han disparado en todas las edades. El consumo de ansiolíticos y antidepresivos, que ya alcanzó cifras récord en 2020, creció en España otro 4% y 6% respectivamente el año pasado. Según el Ministerio de Sanidad, se recetaron hasta noviembre cerca de 100 millones de cajas de este tipo de fármacos, que ya suponen el 9% del total de medicamentos financiados por el sistema público.
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Miguel Ángel Mata
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Un sistema sanitario al que se le han visto las costuras. Sobre todo en la parte baja de la pirámide: la Atención Primaria. En Euskadi la pandemia ha sacado a la luz lo que sus profesionales venían denunciando desde antes. Que es un área con tanta sobrecarga de trabajo y tan desprestigiada que no hay médicos ni enfermeras suficientes para cubrir las bajas y jubilaciones, lo que la encamina al colapso. Reforzar este ámbito se ha convertido en una de las tareas ineludibles para la postpandemia.
Un efecto inesperado del Covid ha sido el descenso de separaciones y divorcios, que han caído a mínimos. En Gipuzkoa en 2020 se registraron 986 rupturas, entre nulidades, divorcios y separaciones, el dato más bajo de la serie que ofrece el INE, desde 2013. No es solo que haya menos parejas casadas. En Euskadi, la tasa fue de 1,53 divorcios por cada mil habitantes, la más baja desde 2005.
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Si hay un elemento que quedará como símbolo de esta pandemia es la mascarilla. Una de las grandes preguntas es si habrá que seguir utilizándola en lo sucesivo. Dependerá de cómo evolucione el Covid y en qué quede. Sea cual sea el futuro, existe consenso en la comunidad científica acerca de la conveniencia de seguir tirando de ella una vez se dé por finalizada la pandemia en momentos puntuales, como la temporada de gripe, y por colectivos específicos, como determinados enfermos crónicos e inmunodeprimidos. A mediados de octubre, tras superarse la quinta ola, la que se creía definitiva, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, ya dio pistas de lo que puede venir. «La mascarilla ha llegado para quedarse, al menos mientras estén presentes el virus de la gripe u otros virus posibles en este tiempo otoñal», advirtió. De momento, es la última medida pandémica que queda activa.
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