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Siempre que podía iba al monte, vivía para estar en él. Amaia es de las pocas personas que pueden decir que ha hecho lo que ha querido». La médico de montaña Irene Ortiz es amiga de la alpinista de Urnieta desaparecida en el Fitz Roy y habla de ella en presente o en pasado, con esa indecisión que surge a la hora de mencionar a personas de las que no se tiene la certeza total de que han fallecido. «Poco importa el tiempo verbal», apunta. Lo que le importa es hablar de Amaia, «una mujer que cuidaba muchísimo a sus amigos. Aunque estuviese siempre por ahí, todos teníamos la sensación de que estaba con nosotros», añade.
El currículum de Amaia Agirre en la montaña es impresionante, no en vano estaba considerada como una de las grandes promesas del alpinismo vasco. La montañera urnietarra consiguió la primera ascensión femenina española a la vía 'Groucho Marx', en el Mont Blanc, e hizo también la vía 'Eternal Flame' en el Karakorum (Pakistán). El año pasado abrió doce vías de escalada en Jordania y Arabia, y formaba parte del equipo femenino de alpinismo de la Federación Española de Montaña y Escalada, la élite de este deporte.
Tragedia en la Patagonia
«Amaia eligió estar cerca de las montañas, eso era algo que tenía muy claro. La montaña era su vida. Es en el monte donde estaba a gusto, allí se sentía plena». Irene conoce a la alpinista desaparecida desde hace años y la ha acompañado en alguno de sus viajes. «Es una persona excepcional» que ha sabido compaginar su trabajo como médico y su pasión por el alpinismo, y que «ha logrado alcanzar un nivel al que muchos no llegan ni de lejos». «Tenía una habilidad extraordinaria, era tremendamente inteligente», asegura. «Cuando estábamos en el MIR todos estudiábamos seis días y librábamos uno. Ella libraba cuatro días porque iba al monte y sacó una nota alucinante», recuerda Irene.
Era una mujer que no paraba quieta. «En los últimos cinco años ha hecho más montaña que la mayoría de montañeros en su vida. Era incansable y tenía una capacidad física brutal». Irene la describe como una persona «ambiciosa a la hora de buscar retos, pero también metódica, minuciosa y prudente que sabía elegir a sus compañeros». Y tenía también «una capacidad de sufrimiento brutal». «Padecía un síndrome de Raynaud por el que las manos se le quedaban blancas y le dolían mucho, pero eso le daba igual. Seguía subiendo montañas».
La prudencia no ha bastado en esta ocasión. Ha sido el exigente Fitz Roy el que ha jugado sus bazas. Irene se enteró de lo que había ocurrido cuando se lo dijeron algunos amigos. Desde entonces vive «en la incertidumbre», aunque no se hace ninguna ilusión sobre la suerte que han corrido Amaia y su compañero de escalada, Iker Bilbao. «Soy médico de montaña y las estadísticas sobre aludes dicen que no hay nada que hacer. Racionalmente no tenemos esperanza. Ha sido una gran desgracia», asegura. Poco después, la Federación Española de Montaña anunció que la búsqueda de los desaparecidos se había dado por finalizada ya que se considera que no hay opciones de hallarlos con vida.
El pasado mes de diciembre, Amaia ofreció una charla en la que habló de las montañas de la Patagonia en un acto organizado por el club de montaña aragonés Peña Guara, del que era socia. El título de la conferencia fue: «Torre Sin Nombre, Cerro Torre. Hermosas montañas, hermosas escaladas». El presidente del club, Manolo Bara, recuerda que cuando le concedieron un premio en reconocimiento de su trayectoria, no pudo acudir a recogerlo «porque había ido al monte». «Estaba enamorada de la montaña, era una mujer preparadísima y muy técnica», afirma. Bara recuerda que, por muy preparado que esté un montañero, hay veces en las que su destino no depende de él. «El accidente no lo han provocado ellos. Han tenido la mala suerte de que se les ha caído media montaña encima. Suena duro, pero era el día en el que no tenían que estar ahí», explica.
La montañera urnietarra estaba afincada en Aragón, donde perteneció durante varios años al Grupo de Tecnificación de Alpinismo. «Empezó muy joven con nosotros, siempre mostraba el máximo interés por cualquier actividad en la montaña», dice Javier Franco, presidente de la Federación Aragonesa de Montañismo. «Amaia es una chica superamable, inquieta, muy trabajadora. Es una deportista de un nivel altísimo que siempre busca retos de máxima dificultad», asegura.
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