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Vuelve Silva y uno tiende a no ver nada malo en él porque todo lo que hace tiene un sentido. Recibe de espaldas y sabes que va a conseguir girarse con el balón pegado a su bota y va a tirar un pase al espacio. ... Le tiras un melón y te devuelve un bombón... Así una tras otra. Puede parecer exagerado, pero es que su primera parte fue sensacional. Todo lo hizo bien. Fue una pesadilla para el Atlético porque apareció y desapareció en cualquier zona del campo. No era de nadie y era de todos.
Sin jugar desde el partido ante el Eibar, Silva se dosificó. Empezó a medio gas, tratando de encontrar su sitio en el partido a la vez que entraba en calor. Con el paso de los minutos, se vino arriba. Encontró un aliado en Barrenetxea en la banda izquierda, pero según la Real fue escorando sus ataques a la banda derecha, para aprovecharse de las concesiones defensivas que ofrecía Carrasco, él apareció en esa zona.
Un centro al área por aquí, un balón en profundidad a Portu por allá, un pase por encima de la línea defensiva del Atlético... Silva había vuelto y la Real lo agradecía porque siempre está en el sitio correcto.
Si hay que dar una salida a Zubimendi, si hay que guardar la espalda a Merino, si hay que tirar una pared a Gorosabel, él está ahí. Solo le faltó una cosa en la primera parte: encontrar a Willian José. Ahí faltó conexión. No la hubo. La Real lo acusó porque llegó por las bandas, encontró superioridades y merodeó el área, pero su delantero centro, el llamado a terminar las jugadas, no las terminó porque no las tuvo. Mérito del Atlético y deberes para la Real porque no sirve de mucho tocar el balón en zonas adelantadas, tener al rival metido en su campo, pero no encontrar al 'nueve'. Es lo que le faltó ayer. El único consuelo que queda es saber que no solo le pasa eso a la Real cuando enfrente está el Atlético. Lo raro es que no le pase al contrario.
Pasa lo mismo cuando el Atlético se adelanta en el marcador fuera de casa: los partidos se acaban y también se pone fin a la imaginación de los jugadores con talento como Silva. Adiós.
Ahí ya no se juega y, si se juega, es con Oblak, una línea de cinco por delante, otra de cuatro y un delantero arriba para disimular.
Marcó de cabeza Hermoso, el mismo por el que debió preguntar la Real en verano para fortalecer el centro de la defensa, y el partido se acabó en el minuto 47. Una ocasión del Atlético, la primera entre los tres palos, un gol. Los tres puntos ya estaban camino de Madrid porque como ya sabemos de carrerilla, el Atlético rentabiliza a la perfección sus oportunidades, no necesita hacer gran cosa en ataque para ganar.
Desde ese momento la Real fue incapaz de encontrar una grieta en el Atlético. No hubo manera. Los minutos avanzan pero nunca pasa nada con el Atlético por delante en el marcador. Le da igual que los rivales tengan el balón porque atrás levantan un muro.
Silva lo intentó, menos que en la primera parte, pero no hubo manera, no encontró socios. La Real seguía sin tirar a gol. Imanol le dio descanso cuando el Atlético marcó el segundo en el minuto 74.
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