álvaro vicente
San Sebastián
Viernes, 19 de febrero 2021, 06:42
Qué se puede contar cuando se pierde 0-4. La Real Sociedad fue inferior en todos los duelos, no ganó ni uno. El Manchester United consiguió que ninguno de los nuestros diera su verdadero nivel, y si lo dio, nunca estuvo a la altura ... de su par. Por ahí se empezó a ir el partido. Los defensores de la Real fueron superados por los delanteros del United; los centrocampistas, más de lo mismo; y los atacantes nunca lograron imponerse ante los defensores del United. Nada de nada. Solo Remiro destacó en el duelo por líneas. Si no es por él, la Real se hubiera vuelto a Gipuzkoa todavía más magullada. La sensación de vacío es innegable. Pero lo peor no fue la derrota sino que este equipo con Illarramendi, Merino y Silva sea incapaz de tener el balón, de asociarse, de jugar por abajo, de hacer daño a un adversario que tiene muchas armas, pero también debilidades. La consecuencia fue que no hubo forma de llevar peligro al área del United. Sobran dedos de una mano para contar las llegadas de verdad de la Real. Los buenos jugadores que la Real tenía en el campo corrieron sí, pero nunca dieron la sensación de que eran capaces de pensar, de buscar y de hallar la solución más conveniente para cada circunstancia. El United confirmó que es una máquina de hacer goles en base a un fútbol vertical y velocísimo. A la Real no le dio.
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Remiro fue el mejor de la Real. Pésima noticia para la Real porque sin cumplirse la media hora había intervenido con acierto tres veces para frenar otras tantas ocasiones del United. Especialmente peligrosa fue la que se produjo en el minuto 19 cuando Bruno Fernandes, con la defensa de la Real Sociedad descolocada, ganó metros en la banda izquierda desde donde puso un bombón raso a Rashford en el punto de penalti que este no supo culminar. Su remate, con todo a favor, impactó en Remiro.
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Pero todo lo bueno que había hecho el guardameta de la Real quedó difuminado en la acción del gol que permitió al United coger ventaja en el minuto 26. Es cierto que el error no fue solo cosa suya. Le Normand no pintaba nada ocupando la zona de Zubeldia, pero el guardameta quedó retratado porque no se hizo ver en una salida que era suya. Al final, por hache o por be, ninguno de los tres fue capaz de despejar el balón y fue Bruno Fernandes quien inauguró el marcador. ¿Los otros tres goles? Poco pudo hacer. Quizás algo en el cuarto gol que encaja por debajo de las piernas. Si no es por él, por sus intervenciones, la Real hubiera vuelto con más goles en la mochila.
A Henderson, el guardameta del United, ni le vimos porque en la mejor ocasión de la Real, la del disparo de Januzaj buscando la escuadra nada más empezar el partido, ni se manchó los guantes. Todo el trabajo que tuvo se resume en un disparo de Isak en los primeros compases que atajó bien. En la segunda parte no asomó en pantalla.
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Zubeldia siempre jugó a contracorriente, incómodo por la presión a la que le sometió el United a la Real e incómodo porque por esa zona derecha en la que fue alineado ante la lesión de Aritz en el calentamiento, Rashford fue una pesadilla para él. El azkoitiarra sufrió para echarle el guante al velocista del United y quedó retratado en más de una ocasión.
El juego al espacio del United le condenó. En el tercer gol fue incapaz de frenar la carrera de Rashford. Las estadísticas dicen que no falló ningún pase, pero lo que no dicen los números es que nunca encontró a los centrocampistas, que no conectó con Illarramendi y que esos pases fueron en situaciones retrasadas, muchas veces cerca del área pequeña, sin peligro ninguno. Zubeldia se hizo pequeño con el paso de los minutos.
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Bailly, todo lo contrario. Salvo un error en los primeros minutos que fue aprovechado por Isak para percutir por el centro de la defensa y acabar disparando a portería, el central del United jugó siempre de cara, cómodo. Tuvo una noche tranquila. Su único problema fueron las diagonales de Oyarzabal cuando este intercambió su posición con Januzaj en la recta final de la primera parte. El resto, poca cosa. Bailly y sus compañeros de línea fueron infinitamente superiores. Ni Oyarzabal, ni Isak les hicieron cosquillas. Nunca se vieron en la necesidad de correr para atrás. En el otro lado del campo, lo contrario.
Mikel Merino fue el único que estuvo a la altura en el plano físico, pero no fue suficiente. El motor de la Real pocas veces tuvo oportunidad de organizar al equipo y pocas veces tuvo ocasión de pisar área contraria. Tampoco conectó con Silva, ayer inferior. Al navarro le tocó lidiar con McTominay, una roca en el centro del campo, un jugadorazo que ofreció un clínic de colocación, desborde, sentido táctico... Todo eso tan bueno que tiene Merino es lo que le faltó al nuestro y sí tuvo el escocés de 24 años de la cantera del United y 1,93 metros. Fueron pocas, muy pocas ocasiones, cuando Merino pudo jugar de cara. El United sabía bien dónde estaba el peligro de la Real y cada vez que Merino recibió en posiciones nunca peligrosas tuvo tres jugadores del United encima. Ese desigual duelo escenificó lo que fue el partido porque la Real nunca tuvo el control en el centro del campo y ya sabemos qué pasa cuando se da esa situación. Aunque el problema para la Real pudo ser que el balón apenas corrió por esa zona. En cuanto el United se puso por delante, el balón voló, pasó, llegó a los espacios con transiciones rápidas, bien llevadas por Bruno Fernandes, en al que Rashford y Greenwood pudieron lucir todas sus cualidades: velocidad, regate, definición...
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Nos las prometíamos felices cuando Isak aprovechó un error de Bailly nada más empezar para entregar el balón a Januzaj. Su parábola rozó la escuadra. Segundos después fue Isak el que remató a portería en la que a la postre fue la única ocasión de la primera parte de la Real. Ahí se quedó la cosa. Isak no fue capaz de desajustar a la pareja de centrales por más lo intento con carreras, conducciones y quiebros. Alguna acción aislada con Januzaj y poca cosa más. Se fue diluyendo con el paso de los minutos y fue sustituido por Barrenetxea.
Rashford, todo lo contrario. Fue una pesadilla. Llevó peligro en cada acción. No hubo forma de pararle. Destrozó a Zaldua. De sus botas salió la asistencia del segundo tanto, el de Bruno Fernandes, y el tercer gol fue suyo. Rashford batió a Zubeldia en carrera y a Remiro con precisión de cirujano.
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