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La familia de Pablo Ibar comienza otra lucha. Mientras, vuelve poco a poco a la rutina tras el mazazo que supuso conocer el veredicto de culpabilidad. Después de tres meses volcada en cuerpo y alma en el proceso judicial en que el preso de ... origen guipuzcoano se jugaba la vida, las últimas cuarenta y ocho horas han permitido en cierto modo rebajar algo la tensión y asimilar el veredicto a Pablo Ibar, que si bien al inicio de esta andadura era una de las posibilidades que cabían ser contempladas, en realidad no se esperaba. Tras la festividad ayer en Estados Unidos en memoria de Martin Luther King, hoy todos volverán a la rutina diaria. Tanya, a su trabajo como enfermera de una clínica dental; Michael, hermano de Pablo, a su labor comercial; Mimi, cuñada de Pablo, a sus quehaceres habituales. Y mientras, Cándido seguirá con su vida de jubilado, gracias a su trabajo como pelotari puntista y carpintero. Sin embargo, a partir de ahora ya no será lo mismo. A sus 75 años dice haber perdido la esperanza de poder ver a su primogénito en libertad, fuera de prisión. Era su gran sueño. Y eso le duele profundamente.
El veredicto que el jurado hizo público el pasado sábado era uno de los tres que se podrían dar. Sin embargo, según fueron avanzando las sesiones, el optimismo pareció ir poco a poco cundiendo entre los Ibar. El abogado Joe Nascimiento, un valor claramente emergente en el ámbito jurídico de Florida, en sus interrogatorios echó por tierra los argumentos de la Fiscalía respecto a la presencia de ADN de Pablo Ibar en una camiseta que fue hallada en el jardín de la vivienda en la que se cometieron los asesinatos de Casimir Sucharsky y de las jóvenes mujeres que estaban con él: Sharon Anderson y Marie Rogers, ambas de 25 años. Era una prueba de ADN que no había sido aportada en ninguno de los juicios celebrados hasta el momento. La evidencia fue presentada en septiembre del pasado año.
Esta prueba genética, en circunstancias normales, debió haber sido en realidad un elemento exculpatorio para Ibar. Nadie puede entender que una tela de algodón que ha permanecido veintidós minutos en la cabeza de una persona, en unas condiciones ambientales de temperatura elevada, con la que además se ha secado varias veces el sudor, tan solo tenga una mínima traza. Como recordó Nascimiento durante la vista, dicha camiseta tendría que haber estado impregnada con el ADN de Ibar. Y no es así, lo que significa que no era Pablo quien la portaba. Por lo tanto, la traza encontrada solo pudo llegar tras una contaminación de las pruebas, cuya cadena de custodia ha quedado en entredicho durante este proceso.
Algunos miembros de la familia Ibar parecen ahora empeñados en dar con la persona que dejó aquel ADN, y que está sin identificar. Pero esta es una labor poco menos que imposible. Puede incluso que, dado el tiempo transcurrido desde que se cometieron los delitos, haya podido fallecer. Aunque no lo hubiera hecho, en los bancos policiales de ADN solo se almacenan muestras de delincuentes que han sido fichados. Por tanto, a no ser que se dé esta última circunstancia, la posibilidad de dar con el titular de dicha muestra genética es poco menos que un milagro.
Pero si por un lado lo anterior no debería bastar para demostrar la no participación de Pablo en los crímenes, una segunda prueba ha dejado al descubierto que con las imágenes de la cámara de seguridad que había instalada en el salón de Sucharsky no se puede concluir que fuera Pablo Ibar el autor. Lo dijo ante el jurado el prestigioso experto británico Raymond Evans, fundador de las empresas Foreign Image Analysis Group y Forensic Image Scientific Working Group, que estudió las características morfológicas de Pablo con la persona que aparece en el vídeo.
Evans sostuvo que dada la mala calidad y la escasez de pruebas de vídeo e imágenes fijas y las diferencias entre Ibar y la persona que cometió el delito, «simplemente» no es posible llegar a la conclusión de que el perpetrador y Pablo Ibar «son la misma persona». El especialista explicó que «las diferencias observadas» arrojaban «muchas dudas acerca de cualquier conclusión de que Pablo sea la persona que aparece en la cinta de vídeo o las imágenes extraídas de estas». Y añadió que por el simple hecho de que alguien tenga cierto parecido con otra persona «no nos permite llegar a la conclusión de que son la misma».
Sin ADN y con dudas más que razonables de que fuera Ibar el del vídeo, la pregunta que se hace la familia es «en qué se ha basado el jurado para emitir su fallo». Si Pablo manifestó nada más regresar a prisión que «no entendía nada de lo que había sucedido», en los mismos términos se pronunciaron los familiares, que tampoco comprenden nada. Como bien dijo Cándido Ibar en cuanto conoció el veredicto, «si con estas pruebas que hemos presentado no hemos ganado, qué es lo que vamos a necesitar».
De cualquier manera, al proceso le queda todavía camino por recorrer y existe la posibilidad de que en cualquiera de los recursos que se van a plantear, la decisión del jurado que ha estado dirigido por el juez Dannis Bailley podría quedar revocada. Precisamente, el juez no ha tenido un comportamiento muy imparcial que se diga. Bailley se ha opuesto sistemáticamente a la mayor parte de las peticiones presentadas por la defensa y, por el contrario, ha permitido las ocurrencias del fiscal, a quien incluso dejó que llamase asesino a Ibar en presencia del jurado. «No permitan que este asesino escape», afirmó durante su último informe.
Pablo deberá permanecer en el centro penitenciario de Broward hasta el próximo 25 de febrero. Ese día será conducido de nuevo a la sala número 6900 en la ha sido juzgado. Allí, el mismo jurado que le ha declarado culpable, debe decidir si le impone la pena de muerte que solicita la Fiscalía de Florida, o la cadena perpetua, petición que la defensa de Pablo formulará el próximo día 4. Para este caso, los miembros del jurado, al igual que ha sucedido estos últimos días, quedarán aislados y solo podrán regresar a sus domicilios en cuanto hayan alcanzado una opinión unánime.
Fuentes de la Asociación contra la Pena de muerte Pablo Ibar señalaron que si los miembros del tribunal popular deciden la pena de muerte, la apelación deberá ser interpuesta ante el Tribunal Supremo de Florida. Si, por el contario es condenado a cadena perpetua, deberán apelar ante el Tribunal del Circuito correspondiente de Florida. La resolución a la apelación no llegará antes de cinco años según fuentes jurídicas consultadas.
Las mismas reconocen que existen «bastantes bazas de apelación». La extralimitación del fiscal Chuck Morton el final del juicio, calificando a Pablo de asesino, y las decisiones del juez, como que el jurado no tuviera noticia de la absolución de Seth Peñalver en el mismo caso en 2012, son algunos de los argumentos que podrán ser esgrimidos.
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