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Cándido Ibar estaba destrozado, roto. Dentro de la sala de vistas, durante la espera a la lectura del veredicto, ya se le veía nervioso, inquieto. Tanto que su esposa Paula le tuvo que coger de la mano y mantenerlo a su lado. ... Cada vez que miraba a Pablo resoplaba en una respuesta claramente nerviosa a la tensión que acumulaba. Permanecía sentado justo detrás del cónsul de España en Miami que al igual que él se llama Cándido. El apellido del diplomático es Creis y siempre que ha podido ha estado al lado de la familia. Ayer también trató de consolarla y trasladarle el mayor ánimo posible.
Tras escuchar la decisión del tribunal, este expelotari puntista, hermano de toda una leyenda del deporte vasco como era José Manuel Ibar y que solo unas horas antes había dicho que «a un Urtain no se le vence fácilmente», se vino abajo. Parecía otra persona, un cuerpo sin alma. Delante de los medios de comunicación, apenas le daba la voz para expresar sus sentimientos. «No entiendo lo que ha sucedido, no puede ser. Si entre los miembros del jurado no se hubiesen puesto de acuerdo en el veredicto y la decisión hubiese sido de juicio nulo, todavía podría entenderlo, pero ¿culpable? No.»
Tal vez no fuera el momento para peguntar a Cándido respecto a una futura apelación. «Ahora mismo no estoy para nada. Si de esta manera no hemos ganado... Si con todas las pruebas que hemos presentado, no hemos conseguido el veredicto que buscábamos, ¿cómo lo podemos hacer en una apelación? No sé qué mentalidad tienen estas personas» decía en clara referencia al jurado.
Cándido afirma que no puede admitir esta decisión, pero reconoce que no le queda otra que aceptarla. «Nada podemos hacer, aunque nosotros sepamos que Pablo no es la persona que cometió los hechos que le imputan».
Si Cándido se mostraba profundamente afectado por lo acontecido, no menos lo estaba su nuera Tanya. Con las lágrimas deslizándose por las mejillas, se abrazó con cada uno de los cuatro abogados que han representado a su esposo.
Especialmente emotivo fue el encuentro con Benjamín Waxman, el hombre que logró sacar a Ibar del corredor de la muerte donde permaneció nada menos que dieciséis años. Entre Waxman y la familia de Pablo hay mucho más que una relación profesional. Hay un enorme cariño, implicación y mucha empatía.
Pese a la difícil situación que atravesaba, Tanya agradeció el apoyo que les había llegado desde España y también el esfuerzo realizado por los medios de comunicación que se han interesado por el caso y han cubierto informativamente el juicio. Sus palabras de agradecimiento brotaban según abandona la sede judicial, en la que, todavía se mantenía sentado en uno de los bancos un Cándido desolado.
Al final, la solidez de las pruebas y testimonios presentados por la defensa de Ibar, dirigida por el letrado Waxman, no fue suficiente. «El jurado no entendió las pruebas de ADN que mostraban numerosas dudas razonables de que no era Pablo» uno de los autores del triple crimen, dijo a Efe Joe Nascimento, otro abogado de la defensa.
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