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Esta vez tampoco fue posible. Fueron momentos muy duros. La lectura del veredicto en el tercer juicio contra Pablo Ibar fue un mazazo para la familia que en las últimas horas había albergado la esperanza de que por fin podrían cerrar el capítulo ... más amargo de sus vidas. Esperaban que el fallo hiciera justicia y sirviera para poner fin a veinticinco años de tensión, de emociones, de rabia, de dolor, de sufrimiento, de ira, de angustia, de miedo... Las emociones terminaron por estallar cuando el juez Dennis Bailey pronunció la frase que ninguno de los Ibar estaba deseando escuchar. «El jurado considera a Pablo Ibar culpable» de tres asesinatos en primer grado. Pablo encajó el golpe como mejor pudo. Aguantó sereno. Ni una lagrima brotó de sus ojos. Entre el público, a Tanya, su esposa, le fue imposible reprimir el llanto. Cándido se llevó las manos a la cara y ya fuera de la sala lloró como un niño, al igual que Michael, hermano de Pablo. Pero no todos los presentes en la sala acogieron el fallo de igual manera. En el otro extremo, familiares de una de las víctimas escucharon el fallo y abandonaron la dependencia con el mismo sigilo con el que llegaron.
Eras las nueve y cuarto de la mañana, cuando el jurado informó al magistrado que habían alcanzando un veredicto. Dennis Bailey comunicó de inmediato la nueva a la Fiscalía y a la defensa, a las que concedió un plazo de una hora para que pudieran personarse en la sala de vistas 6900, en la que se ha desarrollado todo el proceso. Los primeros en llegar fueron los abogados Joe Nascimiento, Fred Haddad y Kevin Kulik. Los tres, que a lo largo el proceso han demostrado ser un bloque perfectamente conjuntado, departieron unos momentos con miembros de la familia Ibar. En aquellos instantes previos a conocer el fallo, los rostros de todos denotaban tensión. Algunos reclaman calma y tranquilidad. «No vamos a hacernos muchas ilusiones porque luego, si no es favorable, la caída suele ser más dolorosa», decía Cándido, el padre de Pablo, mientras rememoraba el varapalo que supuso conocer que el Tribunal Supremo de Florida había confirmado la pena de muerte. Era marzo de 2006. «Entonces, nuestro abogado era Peter Raben, el mismo que había logrado exculpar al también español... Martínez. Pensábamos que el fallo de no culpable poco menos que lo teníamos en la mano y no fue así. Por ello, cuando nos comunicaron la decisión fue un golpe muy duro», recordó Cándido.
Pero por desgracia la historia no se repitió. La familia Ibar en bloque accedió al interior de la sala de vistas. Para entonces ya estaban en la dependencia, el fiscal Charles Morton, el mismo que en 2000 consiguió arrancar a otro jurado un veredicto de culpabilidad por estos mismos hechos, que sin embargo, el Supremo de Florida anuló al considerar que la defensa que recibió Ibar fue inadecuada. También estaban presentes los abogados de la defensa y arropado por ellos se encontraba Pablo. El último en incorporarse fue Benjamin Waxman. Se sentó al lado de Pablo que en esta ocasión vestía uno de los cuatro trajes que tiene. Dos son de color gris y los otros dos, azules. Todos los ha elegido su cuñada Mimi, hermana de Tanya. Ayer, eligió uno de los de tono azul. Mientras aguardaba la comparecencia del jurado, el acusado, mantuvo el semblante muy serio. Cruzó unas palabras con Nascimiento, Kulik y más tarde con Waxman.
En la sala de vistas había nada menos que diez agentes de la autoridad. Dos de ellos permanecían justo detrás de Pablo. Cándido pareció no soportar la tensión y salió unos instantes de la sala a la que regresó pasados unos minutos ya algo más calmado. Estuvo en todo momento sentado la lado de su esposa Paula.
Los miembros del tribunal no tardaron en comparecer. Llegaron poco antes de las diez y media de la mañana hora estadounidense. Su entrada en la sala fue anunciada por el alguacil. Ninguna de las personas presentes se puso en pie para recibirles. Los doce miembros ocuparon sus asientos. El silencio era sepulcral entre el público. Varios miembros de la familia Ibar se cogieron de las manos, otros de los brazos. Cándido cerraba los ojos. Algunos comenzaron a rezar. La mayoría de ellos son profundamente religiosos. Mimi lleva siempre en su bolso un estampita de Jesucristo que le trajo una amiga desde Jesuralén y un diminuto rosario. Ambos elementos los guarda en una bolsita de tela semitransparente de color blanco. De vez en cuando los saca y ora, ya sea en la sala de vista o sentada en un banco de pasillo. Paula Ibar, la segunda esposa de Cándido, lleva otra estampa. En su caso ha elegido a San Judas, patrón de las causas difíciles, para que atienda sus plegarias.
Cuando ya todo estuvo dispuesto, el número de agentes presentes en la sala era en ya de trece. El juez Bailey fue el último en entrar. Hasta ese instante había permanecido ausente. Preguntó a la portavoz si habían alcanzado un veredicto. La respuesta que obtuvo fue de afirmación. Seguidamente, la miembro del tribunal entregó el documento al alguacil. Este cruzó la sala y se lo dio al juez. Eran varios folios que permanecían dobladas por la mitad. Este lo desplegó y se dispuso a leer el fallo. «El jurado considera a Pablo Ibar culpable...».
A partir de aquel instante, las emociones no pudieron ser reprimidas. Se escucharon algunos sollozos. Los familiares de Pablo bajaron las miradas al suelo. Pablo se mantuvo sereno sin derramar una lagrima, pero su semblante denotaba que estaba profundamente afectado. Joe Nascimiento, uno sus abogados, le puso la mano en el hombro en un gesto de cariño. Al instante de escuchar el veredicto, el acusado se levantó y un alguacil le colocó los grilletes en las manos con los que permaneció hasta el final de la vista.
Conocida la resolución, el juez emplazó al jurado así como al fiscal y a la defensa a una vista que tendrá lugar el próximo 25 febrero. Será entonces cuando Pablo conocerá la pena, que podría ir desde la condena a muerte hasta la cadena perpetua.
Seguidamente, el magistrado despidió a los miembros del jurado no sin antes preguntarles a cada uno de ellos si estaban de acuerdo con la decisión que habían emitido. Todos respondieron con un claro «yes». Con la sesión ya finalizada, los alguaciles ordenaron desalojar la sala. Ya en los pasillos, los familiares se abrazaron unos con otros. Tanya, Michael, Cándido, la hermana de Tanya, su madre... recibieron el apoyo de los amigos presentes y también de los representantes de los medios de comunicación que estos días han cubierto el proceso, algunos de los cuales tampoco pudieron contener la emoción.
Benjamin Waxman, el abogado que ha llevado el peso de la defensa tampoco pudo contener sus sentimientos. Abrazó a todos y cada uno de los miembros de la familia y entre lágrimas les pidió perdón por no haber conseguido un veredicto de no culpable
En los minutos siguientes, Tanya, acompañada de sus allegados, se marchó del Palacio de Justicia no sin antes agradecer el apoyo que habían recibido desde España y también de todos los medios presentes. Cándido, aun en estado de shock se sentó en uno de los bancos del pasillo. Junto a él, su esposa Paula trataba de reconfortarle. Y mientras todo a la puertas de la sala de vista, Pablo retornaba a prisión. El próximo 25 de febrero saldrá de nuevo para conocer su sentencia.
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