El hijo prófugo regresa, ¿y bien?
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Supongamos que nuestro hijo adolescente se escapa de casa y reaparece una semana después. Lo natural sería abrazarle o zarandearle, coserle a preguntas sobre por qué se marchó y qué ha hecho. En la alemano-serbia 'Estaba en casa, pero…' la madre no pregunta nada ... y acto seguido va a comprar una bicicleta de segunda mano. A lo largo de la película tendrá conversaciones más largas con el señor que le vende la bici (quien habla poniéndose un aparato en la garganta; apenas se le entiende) que con su hijo. Y la trama, que parece ir del descoloque de la madre y los profesores ante la fuga y regreso del chico, se desparramará sin problema hacia otros intereses tampoco claros.
'Ich war zuhause, aber' se caracteriza por sus personajes lacónicos, opacos, circunspectos, nórdicos. Hasta los chavales permanecen estáticos, haciendo los mínimos movimientos mientras, a saber por qué, escenifican en el aula varios fragmentos de 'Hamlet'. Lo bueno es que aunque uno no entre en el universo enigmático, etéreo y sin duda con muchas capas y posibilidades de interpretación que despliega Angela Schanelec, su trabajo tiene un algo que te hace seguir mirando la pantalla. Un algo de fuerza visual en su pulcra fotografía, de acercarse a seres humanos diminutos y atascados, ese aire de alienación y fatiga, de adivinarse un cierto fondo de humor, absurdo y alemán (como un 'Toni Erdmann' en proporciones infinitesimales) pero humor al fin y al cabo.
Schanelec logró el Oso de Plata a la dirección por esta propuesta osada, ensimismada y ambigua. Si averiguan qué le pasa a la compleja mujer protagonista (que lo mismo suelta una parrafada contra la falsedad en el arte que se pone histérica con sus hijos o charla con su marido muerto), me lo explican. O no, que da igual.
Desde 'Hezurbeltzak, una fosa común' (2007) hasta 'Lursaguak (Escenas de vida)', la azkoitiarra Izibene Oñederra ha ido haciendo más suelto su trabajo, sin abandonar su mundo particular: trazos cambiantes casi agresivos, ausencia de palabras, ambiente enfermizo, personas despersonalizadas, feísmo, sexo feroz. En este último corto, seleccionado por Kimuak, nos vuelve a hacer abrir la boca ante un trabajo de gran personalidad, que produce cierto repelús pero que cuesta descodificar más allá de identificar su reiteración en el cuerpo femenino: ratones que podrían ser pintxos pero que son tampones, sexo confuso, trompas de Falopio agigantadas y una dedicatoria a su madre.
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