Fotografías de personas anónimas
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Continúa Zabaltegi-Tabakalera buscando fantasmas, observando a zombies, algo recurrente en la selección de este año. Andrés di Tella invoca con cartas y fotos el fantasma de sus padres. Denis Côté nos lleva hasta un rincón nevado de Quebec en el que aparecen vecinos que ... ya murieron.
Qué inicio más bonito tiene 'Ficción privada'. Una mano sujeta una foto, sucesivas fotografías antiguas, mientras callejeamos y escuchamos las voces de un padre y una hija comentando esas fotos de desconocidos, imaginando sus vidas: «Esta podría ser la historia de...».
Los temas de la película ya están ahí. Las historias anónimas y los lazos familiares. La necesidad de atrapar el pasado, un mundo que parece estar terminándose. La sensación de no conocer a personas próximas. «Los padres imaginan la vida de sus hijos y los hijos imaginan la vida de sus padres. No sé quién inventa a quién».
Para el bonaerense Andrés di Tella, Tabakalera es casi una segunda casa. En ella le dedicaron una retrospectiva y presentó e hizo una intervención artística con su anterior trabajo, '327 cuadernos'. Por eso está encantado con hacer aquí el estreno mundial de 'Ficción privada', proyecto que, por su cercanía, le ha costado desarrollar. Con fotos, filmaciones y, sobre todo, las cartas que escribieron, el cineasta recupera la memoria de sus fallecidos padres.
Las cartas las leen él y su hija, pero sobre todo una pareja de actores jóvenes, que comentan, se sienten identificados o distantes de quienes las escribieron. Di Tella, siempre sensible y siempre honesto, juega a los espejos y al rompecabezas que completar en otro documental sencillamente apasionante.
Más atinadamente no pudo expresarse Denis Côté antes de la proyección de 'Répertoire des villes disparues' en Tabakalera: «Gracias por venir a ver una película canadiense, lenta y llena de frío invierno».
Sí, su película es canadiense, situada en un pueblito del Quebec, lo de 'lenta' lo tenemos relativizado estos días, y desde luego, sentimos mucho frío entre paisajes nevados y gorros de lana. Por cierto, esos niños que juegan en la nieve llevan gorros y ¡unas máscaras atroces!
Quizás Côté podía haber completado su presentación advirtiendo de que su película no es de terror. Lo aclaró después y el espectador fue dándose cuenta durante el pase, no sin zozobra.
Es curioso cómo los géneros cinematográficos moldean nuestras expectativas. Si, como en 'Répertoire des villes disparues', aparece por los campos nevados el chico que se suicidó o por la escalera de la casa deshabitada en la que hubo crímenes empieza a bajar un hombre... inevitablemente esperas el susto o el chute de tensión. Pues no, el posible zombie se detiene en mitad de las escaleras, vaya chafe. Y los muertos vivientes salen a distancia, no dicen palabra, no molestan lo más mínimo aunque su presencia incomode un poco a los vecinos.
Denis Côté juega con códigos del cine de terror para hablar de otra cosa, la cerrazón ante los desconocidos, la desconfianza hacia el extraño, la xenofobia cotidiana. La película, cuyos amagos infructuosos hubieran provocado una revolución en la Semana de Terror, es singular y su atmósfera luctuosa y fría tiene interés, aunque quizás 97 minutos sean demasiados para construir una simple metáfora.
En otro registro, el cortometraje 'Leyenda dorada' de Ion de Sosa y Chema García Ibarra mezcla con gracia en una piscina costumbrismo casposo con referencias religiosas y hasta un milagro. El guiño sorprende y deja ganas de más. ¿Será con el proyecto 'Mamántula'?
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