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Los aficionados de la Real Sociedad ya en las calles de Miranda.

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Los aficionados de la Real Sociedad ya en las calles de Miranda. I. Arizmendi

Desde la Nacional I, con respeto y a sufrir

La Real en Miranda ·

La crónica de un viaje de la afición txuri-urdin en busca de la gloria

Begoña del Teso

San Sebastián

Miércoles, 4 de marzo 2020, 19:43

Faltan unas horas, solo unas pocas horas, para la cita en ese campo de fútbol histórico, cargado de fama y furia que es Anduva. Tiene las medidas que ha de tener un terreno donde se disputa algo tan glorioso como el pase a la final de la Copa del Rey: 105x 68. Y la capacidad de espectadores que han convertido en leyenda a muchos campos ingleses: 5.700 localidades. Cosa sabida es que el 10% de los 35.000 habitantes de esta ciudad, nudo ferroviario, famosa por su romería a San Juan del Monte y por su gran fábrica La Azucarera, son socios del equipo del que es hincha todo aquel que sepa que el fútbol es cosa de juego y brega. De un centro del campo que sepa crear y de deportistas de cuero duro, a ser posible sin tatuajes en el cuerpo.

Faltan unas horas, no muchas, para el partido. En uno de los lugares de referencia de esta encrucijada de caminos, el Hotel Tudanca, Kilómetro 318 de la Nacional I, mucha gente entra a preguntar en la cafetería (torreznos, bocatas de chorizo y pimientos, buen vino de Castilla) qué cadena de TV retransmite el partido y unos cuantos aficionados blanquiazules (txapela, bufanda, mochila a juego) que abrevan sus vehículos en la gasolinera cercana aparcan al lado y preguntan cuál de todos los caminos lleva a Anduva.

Faltan unas horas. No tantas. Las suficientes para el café, el gin tonic y la partida de cartas al subastado.

Jokin y Josean, en compañía de un tercer realista que acaba de comprar una bufanda de la semifinal a un mantero y recién se ha dado cuenta de que de tan falsa, los colores del Mirandés han transmutado del rojo y negro a un blaugrana desteñido se toman la copa en una terraza de la amplia y ajardinada Calle de la Estación. Exactamente en la de la cafetería Acuario. Tienen muy claro que jugando como se ha jugado hasta ahora, siendo fieles al estilo que ha implantado Imanol, «yendo a por ellos y guardándole todo el respeto debido a un rival que tantos momentos épicos ha vivido y ha hecho vivir a su afición« podríamos quedar en un »0-3« para poder, así, llegar a la final a Sevilla y encajarle una 'manita' al Athletic. Aunque, los tres (que han leído a Camus, discutido sobre 'Joker' y no se ponen de acuerdo en si la última de Tarantino es buena o no) se han enganchado jocosamente a la paranoia del Corona Virus y entre sorbo y sorbo de su gin tonic dicen sospechar que acaso, tal vez, quién sabe, si la final es la deseada, las autoridades fuercen su celebración a puerta cerrada para, ¡oh cielos!, evitar la posible/probable pitada a la Marcha Real.

Frente al Acuario, en una esquina prodigiosa, un bar de los que ya quedan pocos, el Avenida. Heladeras antiquísimas y un mural de la década de los 60 que hace pensar en los decorados de Dalí para el 'Recuerda' de Hitchcock. Grandes ventanales, un apartado con sofá y mesas de tapete verde para jugar a cartas.

Antes del partido un grupo de clientes habituales se juntan para eso, para el 'subastado' y la charla. Son Vicente (Martínez) Salinas, José Luis Salinas, Luis y José Mará Yañez. Uno de ellos fue extremo derecha (según él, malo) en el Mirandés que en los 60 empezó su camino a la gloria ascendiendo de Regional a Tercera División. Siempre ha contado y nunca dejará de hacerlo que ya cuando no vestía de corto y veraneaba en Marina D´Or, una tarde veían en la TV del hotel un 'clásico' y en hablando de fútbol él proclamó su lealtad al equipo rossonero. Entonces se oyó una voz con acento extranjero que gritó «¡Del Mirandés somos todos!»

Admiran los tertulianos del Avenida a Malsa, el centrocampista de su equipo aunque piensan que hoy, dentro de unas horas, la clave para ellos será, sería, un contraataque dirigido a toda velocidad por Guridi. No quieren perder a Merquelanz y no olvidan al otro equipo guipuzcoano con el que, saben, comparten muchas teorías y prácticas de fútbol, el Eibar.

Veneran del rival, de esa Real enjoyada por «Isak, Odegaard, Oyarzabal, Merino» su forma de «jugar por los extremos», su fantástico centro del campo y su forma de entender el fútbol, «a la manera de antes, al viejo estilo».

Entran en el Avenida Xabier y Gorka. De Lasarte, asentados en Añorga, vieron jugar al capitán del Mirandés, Kijera, cuando lo hacía en el Hernani. Ellos han venido ilusionados y a disfrutar pero saben que sobre el terreno de juego, en las gradas y alrededor de la pantalla gigante de la calle de La Estación va a tocar sufrir. Como le tocó sufrir al Sevilla. Importante, muy importante «meter el primer gol nosotros. Si lo hacen ellos, lo dicho, habrá que sufrir».

Faltan menos de un par de horas. En el Tudanca explican a un viajero extranjero que no quedan habitaciones libres: «Hay un partido muy importante, el equipo local se juega el pase a una final con uno de los grandes de la Liga española». Por las calles, pasión y bufandas.

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